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Monseñor Cipriani

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Fecha Publicación: 28/01/2025 - 22:20
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En medio del grave desgobierno estatal y la indetenible escalada de la criminalidad organizada y la inseguridad ciudadana que se padece, este asunto, probablemente, resulte menor. Sin embargo, para los buenos, regulares y malos católicos –que cada uno se califique– no lo debe ser. En efecto, la oportunidad en que y cómo se ha destapado el “Affaire Cipriani” parece apuntar a una pugna más dentro de la Iglesia entre el sector conservador y tradicional y el llamado progre, cuando no una revancha o ajuste de cuentas de prelados. Vamos al grano.
El diario español El País, otrora respetable medio de izquierda y hoy convertido en pasquín propagandístico del desastroso gobierno socialista de turno, publicó a toda página que el ahora emérito monseñor fue denunciado en 1983 por “abuso sexual” y que en 2019 terminó exiliado del Perú y trasladado penitentemente al Vaticano, privado de su ministerio y dignidad sacerdotales. Por cierto, el periódico no recogió en forma alguna la versión y descargos del denunciado, a quien tenían a la mano ya que reside en Madrid.
Armado el escándalo, Cipriani, mediante carta enviada al rotativo de marras, desmintió la especie sosteniendo que nunca se le notificó de la denuncia ni se abrió proceso en su contra y que, luego de una audiencia con el papa Francisco, reanudó en Roma, entre los años 2020 y 2024, su labor cardenalicia y pastoral hasta que cumplió los 80 años y se retiró de toda ocupación en la curia romana, afincándose en la capital española. Habrá que añadir que, ante este desmentido, acaba de conocerse que el director de la Oficina Vaticana de Prensa ha manifestado que las medidas disciplinarias impuestas a monseñor se mantienen válidas y vigentes, aunque hace mutis en cuanto al proceso que debió seguirse y a la citada audiencia sostenida con el Vicario de Cristo. La verdad, aquí hay todavía mucha tela por cortar.
Más raro y sospechoso –por decir lo menos– es que este intríngulis se da justo cuando, en Lima, el arzobispo primado, cardenal Castillo, fue –y es– duramente criticado por su inaceptable postura en torno a la grotesca obra teatral María Maricón y a la universidad dizque católica. La “bomba” que suelta el diario El País contra Cipriani, a todas luces, no es gratuita, máxime si monseñor, a pesar de estar en sus cuarteles de invierno, es una suerte de némesis del sucesor en el arzobispado. Por lo visto, en política y también en la Iglesia no existen coincidencias, y hay bastante que aclarar.
Personalmente, no tengo mayor simpatía por monseñor, y ello se remonta a 2006 con motivo de su “sermón” durante la Misa y Te Deum de despedida del gobierno de Alejandro Toledo, del que formé parte. No obstante, este caso huele feo y, concordando con las palabras de Luis García Miró, apreciado refundador de EXPRESO, “esperamos fervientemente que el papa Francisco deslinde a la brevedad este gravísimo incidente”. ¡AMÉN!

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