«Muchos son los llamados y pocos los escogidos»
Estamos ante el Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario. ¿Qué dice la Iglesia? La primera Palabra es del Profeta Isaías, dice que “el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos”.
Este monte es el signo de la cruz, el banquete celestial donde Jesús murió, donde ha destruido la muerte y nos ha dado la vida eterna. Y en ese monte, sigue diciendo el profeta Isaías, arrancará el velo que cubre a todos los pueblos, es un velo que nos impide ver a Dios, como el velo que separaba en el templo de Jerusalén que se rasgó por la muerte de Jesús. Pues bien, hermanos, este velo ha sido desvelado por la Encarnación de Jesucristo y ahí está nuestro Dios, en él esperamos y nos salvamos. La mano del Señor nos hará sobre este Monte, que es la cruz de Jesucristo, que es la celebración de la Eucaristía, la asamblea.
Por eso respondemos con el Salmo 22: “Habitaré en la casa del Señor por años sin término. El señor es mi pastor, nada me falta”. ¿Qué te falta? Nada nos falta. ¿De qué te vale el dinero, de qué nos vale el futuro? Nuestro egoísmo, ¿de qué nos vale? ¿Nos da la felicidad? El Señor va con nosotros, “tu vara y tu cayado me sosiega” dice la palabra, “preparas ante mí una mesa, enfrente de mis enemigos. Me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa”. Esto es la iniciación cristiana y eso es lo que decimos al Señor todos nuestros días.
La segunda Palabra es de San Pablo a los Filipenses donde cuenta que el Señor le ha enseñado a vivir en la pobreza y a vivir en abundancia. Esto es lo que el Señor enseña a los cristianos, a los itinerantes. Dios proveerá en todas nuestras necesidades conforme a la riqueza en Cristo Jesús. La gran riqueza en Cristo es la Vida Eterna.
El Evangelio también es impresionante. El Señor prepara una boda, no tienes que hacer nada más que acudir, es gratis, pero tantas veces lo hemos despreciado, como los invitados a esta boda. Hemos despreciado su Encarnación, su Palabra, la Buena Noticia, el kerigma, el Sermón de la montaña que lo inculca gratis en cada uno. No quisimos ir a esta fiesta, que es la fiesta de la humanidad, que es el culmen. Dijo Dios a los criados: salir por todos los caminos, invitad a todos los que encontráis, buenos y malos.
Dios nos está invitando a todos en este momento de contexto mundial. Estamos viviendo otra guerra además de la que hay en Israel: el mundo está en guerra porque la guerra está en el corazón del hombre, porque se ha introducido en la familia. Pero para entrar a la fiesta se necesita un traje, este traje es la iniciación cristiana, es la túnica blanca signo de cómo fue identificado también Cristo. Con esta túnica blanca, con este talit con el que a muchos en la época de Jesús se enterraba. “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”, este es el centro de la parábola.
¿Cuál es el vestido nupcial que tenemos que llevar a esta fiesta? Uno gratis ¿sabes cuál es? La túnica del amor al enemigo, del amor al otro. Como dice San Agustín: la túnica es la caridad. Hermanos, ánimo, Dios quiere regalar al hombre esta nueva impronta, esta nueva hechura que es poder amar gratuitamente. El hombre no podía amar. Cristo ha roto en este Monte la muerte, el egoísmo; para darnos gratuitamente el Espíritu Santo, para que podamos amar gratis, sin esfuerzo. Que este vestido nupcial se realice en nosotros.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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