Muerte en Praga
Praga, la ciudad de piedra, pero, sobre todo, de oro; la ciudad que se roba la mirada atenta del río Moldava; la ciudad sobre cuyas calles las piedras tomaron forma de adoquines mágicos como en los cuentos de hadas; la ciudad donde cada modelo arquitectónico cede su espacio al otro modelo con la única finalidad de embellecer más la ciudad; la ciudad donde la luz del sol y de la luna pide permiso a las flores antes de brillar; en fin, la ciudad donde la guerra y la muerte debieran ser temas prohibidos, porque sabemos que toda guerra es la destrucción no solo de la vida, sino del espíritu de los hombres.
“Muerte en Praga y otros relatos de guerra”, escrito por Rafael Miranda, se presenta como un rostro más de una ciudad donde debieran estar proscritas la palabra “muerte” y todas sus conjugaciones. Nos entrega el libro como para recordarnos que la muerte también busca espacios bellos, se posesiona debajo de los rosales para mostrar su lado más oscuro.
Miranda es un inquieto, atrevido y muy bien documentado escritor, recurre al tremendismo de lo fantástico para recrear sucesos acaecidos durante la Segunda Guerra Mundial; no guarda ningún reparo en disfrazar a sus personajes con la magia de la ficción para presentarnos sucesos no registrados por la historia, aunque estos solo existan en la ficción, le da vida para que transiten, arma en mano, no para jugar sino para recordarnos siempre que si la muerte se normaliza, la irracionalidad se apodera del hombre aunque tenga el alma noble.
Es “un libro de cuentos, escrito con sangre –la sangre de las batallas (pues su tema es la guerra)–pero también la sangre con la que ha sido compuesto, es decir, la entrega total –en cuerpo y alma– a la creación”. Escribió Roger Santiváñez en referencia al libro.
Pareciera que los ocho cuentos que nos presenta en el libro son suficientes como para tener una idea total de los horrores del nazismo, pareciera también que el autor, al recurrir a la creación fantástica, busca alertarnos sobre lo que significan los apologistas de la muerte y de todas las formas de totalitarismo. Oscar Wilde escribió: “Mientras la guerra sea considerada como mala, conservará su fascinación. Cuando sea tenida por vulgar, cesará su popularidad”.
Miranda aporta un granito de arena en vulgarizar la guerra porque, a decir verdad, lo que él pretende a través de sus cuentos es un mundo en paz, un mundo libre de guerras.
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