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Munro y Almodóvar

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Fecha Publicación: 14/10/2020 - 19:50
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He leído Escapada, de Alice Munro, y tengo algunas cosas que decir.

A mí me exaspera que un cuento no vaya directamente a donde quiere ir. Que los desvíos por donde el autor quiere conducir la historia duren tantas y tantas páginas. El adorno infinito de algunos relatos. Y los relatos llegan agotados al tramo final. O muchos de ellos perecen a mitad del trayecto. Una cosa muy mala eso de estirar un cuento. Algo propio de sádicos.

Muy sádica la Munro. Cada cuento de este libro bien podría ser una nouvelle. De más está decir que los suyos son relatos que no llegan nunca al tramo final. La historia (y el lector, qué duda cabe) ya se agotó a mitad del camino.

Y es que la Munro siente una fascinación por enumerar todo en sus textos. Todo. Descripciones de paisajes, de recuerdos, de rostros, de sensaciones, de rostros atravesados por sensaciones, de paisajes difuminados por el recuerdo. Todo entra en los cuentos de Munro, y no todo debería entrar. Aun así, lo que cualquier lector puede destacar en Escapada es la exploración sutil y profunda del mundo femenino. Tal vez ese es su mayor mérito.

Recuerdo que en La piel que habito (película de Pedro Almodóvar estrenada en 2011) el personaje principal lee Escapada. Por allí que quizá a Almodóvar ya le tentaba la idea de adaptar algo de esta autora canadiense, y no fue hasta el año 2016 en que se estrenó Julieta, un largometraje que está basado en tres cuentos de este libro: «Destino», «Pronto» y «Silencio».

Esta quizás es la película más atípica de Almodóvar porque, entre otras cosas, no hay culebrón. Algo rarísimo en Almodóvar, siempre dado al exceso de drama en sus historias. O, en todo caso, Julieta fue un culebrón discreto y respetable, digno de admiración. Almodóvar (y esto pocas veces lo he visto en el cine) supo ceñirse muy bien al texto literario. Quizá a eso se debe su contención. Los textos de la Munro ayudaron a que el cineasta español no se desbocara.

No obstante, Almodóvar logró apropiarse de la historia y, sin deformarla, insertar finos detalles que permitían asimilar mejor lo que la Munro, con sus santos y eternos rodeos, jamás logró expresar. Las historias de la Munro, contadas por Almodóvar, tenían más vigor y sí llegaban al tramo final.
Munro en Almodóvar sabe mejor. Munro sola no conduce a nada.