Nadie debe callarse
El tiempo corre en nuestra contra. La degradación del país no para. El desinterés por las elecciones regionales y municipales es clamoroso. Estamos a menos de un mes (pocos recuerdan la fecha) y ninguna investigación periodística acerca del prontuario de los candidatos es capaz de indignar a la ciudadanía. Se trata del ejercicio de la “democracia” en la más absoluta apatía. El voto se ha convertido en un rito vacío cuyo único propósito es sustituir a una autoridad corrupta e incompetente por otra igual o peor. Si la concurrencia fuera voluntaria, el ausentismo sería brutal.
“Con la democracia se come, se cura y se educa” proclamó Raúl Alfonsín ante una sociedad ávida de libertad y civismo, apenas elegido en 1983, luego que la Argentina superase una durísima dictadura militar. La realidad una vez más demostró que lo de “democracia representativa” es solo un nombre pomposo para un sistema que cada día funciona menos. 40 años más tarde, Argentina pasa mayores penurias en manos peronistas, con una crisis que los consume exponencialmente.
Pero no todo es tan negro, Chile nos ha dado un ejemplo. Había gran preocupación por el desinterés de los ciudadanos en la vida cívica. La abstención, sobre todo en los jóvenes, era alarmante: el 81% de chilenos entre los 15 y 29 años no estaba interesado en política; sin embargo, el domingo pasado acudieron abrumadoramente a las urnas para decirle NO al cambio de Constitución. Hay esperanza y en esta transformación juega un rol indispensable la clase con más educación y recursos del país.
El término posverdad se incluyó en la RAE en el año 2017 para referirse a “la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Un cultor máximo fue Martín Vizcarra. Nos encerró reiterada y innecesariamente, manipuló información del manejo de la pandemia, permitió la muerte de 200,000 peruanos, traficó con las vacunas, corrupto - corruptísimo pero, aun así, se le idolatró. Todos los subyugados le cantaron Feliz Cumpleaños ese nefasto 23 de marzo de 2020, miles se levantaron en contra de su vacancia y muchísimos más, lo eligieron para el Congreso en el 2021, en una inexplicable decisión que solo confirma la complicidad de una ciudadanía que elige autoridades corruptas.
Castillo tiene la misma escuela. Resulta inadmisible que sostenga: “ya no solamente estamos demostrando nuestra inocencia sino rechazando estas imputaciones de las que se nos viene acusando”, “Siempre daré la cara y responderé las veces que sea necesario”, cuando reiteradamente se ha acogido a su derecho a guardar silencio. Es efectivamente una garantía procesal que un investigado omita responder para no tener que autoincriminarse ni reconocer culpabilidad, pero de ahí a sostener que está colaborando con la justicia, es de un cinismo intolerable, pero se lo estamos tolerando.
A más inri, ha resultado cobarde. No solo camina rodeado de demasiados agentes y efectivos policiales, sino que ha mandado cerrar la Plaza de Armas (con aparente coautoría del Arzobispado) en una decisión absurda y sin precedentes. No solo es una falta de respeto a la extendida y admirable devoción al Cristo Morado, sino la maliciosa cancelación de un espacio público de todos los peruanos, con alto interés turístico. ¿A qué le tiene miedo? ¿A que lo maten? Más expuestos estamos los ciudadanos ante el robo de un celular y el indocto no hace nada.
Solo ruego que se logren los 87 votos para esta tercera moción de vacancia. Castillo solo hace daño, su salida es el primer paso, indispensable, para intentar ver la luz al final del túnel.
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