Nadie para la delincuencia
El presidente Pedro Castillo, al perecer, no acierta una al designar a la persona idónea para ocupar el cargo de Ministro del Interior. Y lo propio ocurre con gran parte del gabinete remozado que entrega al país. En el caso del Interior, al primero que juramento, no había renunciado a ser fiscal y ya ocupaba su nuevo cargo contraviniendo las normas del trabajador público.
Con el designado en este segundo gabinete ocurre algo peor: se trata de un personaje con muchas sanciones en su foja de servicios en la policía nacional y viene de ser abogado defensor del partido Perú Libre y de Vladimir Cerrón en la investigación abierta en las finanzas del partido de gobierno.
Entretanto, en el país crece la ola de criminalidad y delincuencia que, fácilmente, se puede constatar todos los días en las calles de Lima y otras ciudades importantes del interior del país. La población no sólo no sale de su asombro, sino que se halla atrapada entre el miedo que despierta caminar por las calles y la indignación de ver a un gobierno inepto que no toma decisiones correctas ni hace lo posible por brindar un mínimo de seguridad a los ciudadanos, entre otras necesidades muy sentidas que se expresan en la economía, educación, salud de una población cada vez más escéptica.
El ministro del Interior saliente, Juan Carrasco, señaló que para ser titular del sector se debía “tener una hoja impecable en tu trayectoria profesional y personal”. Al referirse a su sucesor y actual ministro, Luis Barranzuela, precisó que las sanciones de rigor en la PNP son las más graves.
“En el caso de las investigaciones en que se encuentra inmerso junto a más de veinte personas por delitos de lavado de activos, crimen organizado y peculado, son considerados muy graves en el código penal peruano. Y eso definitivamente descalifica a Barranzuela a nivel policial, porque no tendría la autoridad para gobernar a la Policía y exigir que los policías actúen y se comporten correctamente”, declaró el exministro a una emisora nacional.
Enfrascado en una vorágine de cuestionamientos a su persona, el ministro Barranzuela no da señales de seguridad a la ciudadanía para enfrentar con firmeza y prontitud la violencia y delincuencia callejeras que son noticia de todos los días. Sólo basta reproducir algunos titulares de la prensa para tener una radiografía de lo que estamos hablando: SJL: Al menos un muerto tras balacera; Los Olivos: Delincuente baila mientras roba una laptop; SJL: Delincuentes realizan forado y roban mercadería valorizada en 15 mil soles; delincuencia en Lima: Roban auto en menos de 10 segundos; Comas: PNP detiene a dos delincuentes y frustra asalto a casa de apuestas; Intervienen a mujer con armas y chalecos de la Policía Nacional; capturan a delincuentes que asaltaban a bordo de bicicletas; delincuencia en Lima: “Malditos del Rolex” buscan víctimas en zonas exclusivas; Delincuencia en Lima: Atacan con una piedra a mujer en Miraflores. Esto que lo mencionamos a modo de ejemplo, forma parte de un rosario de noticias que ocupan las primeras líneas de los medios de comunicación, y todos los días como una inevitable letanía.
La inseguridad, el crimen y la violencia forman parte de nuestro quehacer diario, debido a la inoperancia de quienes están llamados a combatirlo en todos los frentes de manera coordinada y coherente. Y mientras ello no ocurra, los ciudadanos de a pie seguimos siendo víctimas del accionar de bandas delincuenciales que crecen y se empoderan a vista y paciencia de todos. La idea de “seguridad ciudadana” está asociada al concepto “seguridad humana”, lo cual, a su vez, se asocia con “la protección de la vida, la integridad y el patrimonio de las personas frente los riesgos y amenazas”, según el concepto acuñado por Naciones Unidas.
Y en su concepto más lato, se asocia también a la idea de la convivencia pacífica. Pues bien, ni el ministro Barranzuela, ni el presidente Castillo parecen entonar a cabalidad con estos conceptos primigenios de seguridad ciudadana, puesto que nos encontramos a merced de las bandas delincuenciales de cogoteros, escapistas, sicarios y toda suerte de malhechores que actúan con impunidad a toda hora del día o de la noche. Es la tragedia de la hora actual. Acabemos con ella.
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