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Naufragio en Terranova

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Fecha Publicación: 01/03/2022 - 22:00
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El mar –ese “epitafio de los vikings”- también lo ha sido y lo es de muchos marineros y pescadores que se perdieron en sus aguas, a veces duras y gélidas como las de Terranova, en las que el barco Villa Pitanxo de bandera española se hundió hace unas semanas.

El barco era tripulado por 24 personas, 10 de ellos peruanos (cinco con doble nacionalidad) y naufragó a 450 kilómetros al sureste de Terranova en Canadá, habiéndose rescatado nueve cuerpos, entre ellos los de nuestros cinco compatriotas, permaneciendo 12 tripulantes aún desaparecidos.

La tripulación del Villa de Pitanxo estaba formada por hombres curtidos en los quehaceres del mar. Pero aun así, el azar, agazapado o abierto, esperaba en la tormenta. Manuel Queimaño, ex patrón del barco y experto en los desvaríos del mar de Terranova, dijo: el buque se encontraba bien conservado pero “algo pasó y se acabó la suerte”.

“Háblame del mar marinero” dice la tonadilla popular española, “dime si es verdad lo que dicen de él/ desde mi ventana no puedo yo verlo/ desde mi ventana el mar no se ve. Dicen que el barco navega/ enamorado del mar/ buscando sirenas nuevas/ que le canten al pasar.”

La razón técnica del naufragio es que el buque se quedó sin motores y perdió el control en el momento más crítico de la tormenta. Así pasa en los más violentos naufragios y, qué casualidad, también en los hundimientos de cada vida. Sin motores y sin control, es la realidad pero también la metáfora de todas las idas a pique en cualquier mar del universo y de la psique.

En el mar de Terranova no hay sirenas sino icebergs. Como dunas en ese “desierto resplandeciente” nos recuerdan la dureza de las aguas en las que se hundió hace 110 años el Titanic.

Faenar en ellas era como estar a bordo del Pequod en busca de la ballena blanca. Todos los marineros que las surcan son, de alguna manera, el capitán Acaab o sus arponeros infieles cuya único talismán es el coraje.

El Villa de Pitanxo naufragó en minutos. Marineros españoles, peruanos y africanos sucumbieron en esa épica batalla y sus restos ahora son parte de la grandiosidad de “esa cifra de cosas que no sabemos” que es el mar.

¡Háblame del mar marinero que oigo tu voz contándome lo que sientes allí junto a él!

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