Necesidad de diálogo
El país vive una etapa muy especial de su historia signada por una crisis política que debe ser enfrentada con sabiduría y desaprensión; movimientos sociales en diferentes lugares del territorio nacional, reclamos gremiales que amenazan con crecer si sus demandas no son escuchadas, confrontaciones políticas de nunca acabar, mientras la exigencia ciudadana también va en aumento demandando diálogo y respuestas inmediatas para corregir aquello que se tenga que corregir, pasando por la ejecución de un referéndum propuesto por el gobierno al Parlamento nacional.
Hace pocos días, con ocasión de la ceremonia por el Día del Juez, el presidente del Poder Judicial, José Luis Lecaros, dijo que no podía dejar de referirse, precisamente, a la coyuntura que vive el país, alertando de la preocupante situación que podría derivar en mayores consecuencias para la población y la vida económica en general. Frente a esta situación hizo un llamado a los protagonistas de la crisis para que “alcancen un consenso político que haga posible la adopción de las medidas necesarias a nivel constitucional y legal para brindar al país una salida democrática a una crisis que se origina a raíz de las últimas elecciones generales”.
Y ello sólo será posible si se activan, de buena voluntad, todos los mecanismos necesarios para que el diálogo democrático reemplace a las pasiones personales o los intereses partidarios o institucionales que pudieran estar afectando el acercamiento entre los líderes y alentando, por el contrario, las diferencias y desentendimientos entre ellos. Debemos poner el máximo de nuestra atención para acrecentar nuestra capacidad de diálogo. Sólo así podremos arribar a buen puerto y lograr los resultados deseados; y sobre todo a decir de Juan Paredes Castro “que nos acerquen, mediante puntos fijos y denominadores comunes, a las bases de un proyecto institucional democrático maduro”.
Hizo bien el presidente del PJ al advertir que el camino de salida a la crisis, momentánea, que nos afecta, “está marcado por nuestra Constitución y la buena disposición de todos los actores políticos, lo contrario solo beneficia a los enemigos de la patria, a los grupos antisistema y a la corrupción enquistada lamentablemente al más alto nivel del aparato público privado”. El señalamiento está planteado en el justo medio. Sólo debemos actuar premunidos de la mejor voluntad para buscar esa salida. Para lograr el diálogo que la ciudadanía reclama, éste se debe buscar fuera del alcance de los reflectores y tiene que ser una tarea sin pausa y en silencio, para evitar que su propósito sea perturbado por el innecesario ruido político.
Los ciudadanos tenemos la obligación moral de actuar y de reclamar la sensatez de nuestros dirigentes. La actitud pasiva tampoco conduce a nada bueno. La vigilancia, el ojo que escruta, el reclamo democrático y oportuno sirven también en la hora actual. Hay que recordar que el diálogo se tiene que sustentar sobe la premisa de reconocer la existencia de una diversidad de opiniones y puntos de vista de cómo se entiende la realidad. A ellos se llama respeto y apertura. Quien se siente a la mesa de diálogo con esta premisa que es fundamental, lo estará haciendo en la mejor predisposición posible y con ánimo de superar los problemas.
Ello nos llevará a entendernos y poder llegar a acuerdos. Las negociaciones habrán podido encontrar, entonces, el mejor camino. No se debe descalificar al oponente sólo en mérito a la diferencia de pareceres. Y si todos dicen que aman al país y, más aún, al pueblo, tienen que entender que la democracia que vivimos es inmensamente superior, aún con sus errores, a cualquier otra forma de organización social. Sir Winston Churchill así lo sentencio.
Por Ángel Romero Díaz (*)
(*) Juez Supremo