Neurociencia y desarrollo
No hay persona que no tenga el potencial para llegar a igualar el talento o el dominio en algún área del conocimiento o en alguna destreza. Contra el paradigma de la inmovilidad intelectual del pobre, existe la posibilidad de hacer de cada cual el mejor.
Se cuentan dos fenómenos que deberían ser factores de una educación para el desarrollo. Uno es “el efecto Pigmalión” y otro es el enfoque desde la neuroplasticidad. Mientras algunos persisten en la ideología de género o la memorística y dogmática, hay un mecanismo eficaz si se le prueba.
En la neuroplasticidad, el entrenamiento constante en una habilidad logra desarrollar conexiones neuronales que son las que hacen del torpe ciclista un acróbata…el training especializado desarrolla una zona del cerebro aplicada a esa habilidad. Replantear la educación es intensificar el desarrollo de habilidades concretas. La neuroplasticidad involucra habilidades cognitivas, elevación del IQ (que no es estático si prevalece el entrenamiento), la lectura (a más vocabulario más pensamiento complejo), training en capacidades psicomotrices específicas, desarrollo de la conexión ágil de pensamientos, claridad lógico matemática, análisis de los fenómenos…
No hay niño o adolescente, ni siquiera adulto, que esté fuera del esquema del desarrollo intelectual desde las neurociencias. El cerebro es como un músculo que se desarrolla con el ejercicio. Ejercitarse requiere voluntad y autoestima, y un margen de libertad para que el niño siga sus propias preferencias y, así, se estructure la composición de las ubicaciones en clase.
La educación iguala en oportunidades para la competencia y el logro de los proyectos de vida. El otro tema es la formación para la autoconfianza. Pigmalión cinceló una estatua y se enamoró de ella hasta darle vida. El efecto Pigmalión es convertir al más humilde o a quien tiene déficit de autoestima en una genuina revelación de su sociedad. En un experimento se le hizo creer al humilde auxiliar de una empresa que habían descubierto en él habilidades gerenciales superiores a partir de un examen. Falso en su resultado, desde luego. Se la creyó. Lo ubicaron en el directorio con ese pretexto y solo para experimentar hasta dónde podía llegar un hombre con fe en sí mismo. El auxiliar, convencido de sí, fue desbordante en ingenio y al tiempo se convirtió en gerente, uno de los mejores.
Mientras tanto, qué les decimos a nuestros hijos y cómo les enseñamos a desarrollar las conexiones neuronales que les permitirá competir y triunfar.
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