Ni de locales, ni de visita
Leo sin el menor asombro que el diario Clarín de Buenos Aires califica a Brasil como “el peor de la historia”. Se está hablando del scracht que a pesar de estar en zona de clasificación al Mundial del 2026, muestra un rendimiento carente de nivel y hasta desagradable a la vista si hacemos una somera comparación de aquellos equipos de antaño, con muchos pasivos en defensa pero sólidos y malditos en el ataque.
En este mismo espacio describimos en esos términos cuando en la segunda fecha de las eliminatorias en septiembre del año pasado, Brasil jugó en Lima ante la selección nacional y nos ganó por 1 a 0. Aquella vez salvo Vinicius, vino el equipo completo y se hizo de los tres puntos en la última jugada del partido por una “desatención” de nuestra aturdida defensa.
Escribíamos que jamás habíamos visto un equipo tan malo como ese presentado en el Coloso de José Díaz al que nuestra selección, para variar, había sido incapaz de hacerle daño, cuando ya advertíamos: Juan Reynoso no debía estar en la conducción del plantel.
Lo que no imaginamos era que transcurridas ocho fechas, Brasil por un lado y Perú por el otro, confirmaran que no tienen a la vista como transformar esta suerte de debacle y desilusión absoluta.
A nosotros, por cierto, nos interesa de momento lo que puede pasar con el seleccionado que en octubre enfrentará a Uruguay en Lima y de visita, luego, precisamente a Brasil. Y una vez más sentimos que no podemos decir falsedades, porque un sensato y elemental juicio nos lleva a concluir que estamos muy lejos de cualquier objetivo, echándole una mirada a la tabla que nos tiene alojados en el último lugar con apenas tres puntos sobre 24 jugados.
Nunca hemos estado peor. Nunca hemos sido durante más de un tercio del proceso siempre coleros. Sin embargo creo que esto responde a nuestra precariedad en cuanto al pobre juego exhibido, entre otras razones, por ausencia de quienes tiempo atrás eran insustituibles y hoy están ya en el retiro, en el ocaso o cerca de él.
Nombrarlos es ocioso. Más bien podríamos afirmar que hay más ropa tendida y no se ha justificado su convocatoria y en eso el único responsable es el profesor Fosatti que sigue haciendo ensayos y no tiene cuando parar un equipo definido.
A semanas de las próximas jornadas, se hace imperativo a nuestro juicio, el llamado de Christian Cueva, como uno de los últimos recursos para darle talento y creación al mediocampo y potenciar la paupérrima delantera donde Lapadula está años luz de lo que mostró cuando llegó, y en esa línea no se puede insistir con Ormeño, cuya aparición no tiene razón de ser.
Allí está el dolor de cabeza del comando técnico. Tenemos recambio o no habría que preguntarse. Nuestra competencia local no ha producido figuras en cantidad ni en calidad como para buscar algo más. ¿Bernardo Cuesta está habilitado para ser llamado? ¿No merece una oportunidad Marcos Lluiya?
La tenemos muy difícil. Lo que resta de las eliminatorias no será nada nuevo, ni diferente para nuestras ambiciones. Hacer cálculos sobre puntos en casa no ha funcionado y lo vimos con Colombia. Bastó que le hiciéramos el gol para que despertara la visita y en minutos generó hasta dos ocasiones para anotar. Por fortuna el arco estuvo y está muy bien custodiado por Gallese, el mejor de todos.
Todo lo demás son buenas intenciones, pero de buenas intenciones está tapizado el infierno y con ello no nos alcanzaría para llegar al próximo mundial. Nuestra suerte parece estar sentenciada
Por Bruno Espósito
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