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Ni punto de comparación

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Fecha Publicación: 25/04/2022 - 22:58
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Ante la gravísima situación política y social generada por ineptitud, mentira permanente, cercanía con el terrorismo y el narcotráfico, así como corrupción del propio mandatario y de las personas que integran su círculo familiar y amical directo y de las que él designa en altos cargos públicos, en menos de nueve meses de asumido el cargo, desde diversas canteras no oficialistas se han venido ensayando una serie de salidas para que el país no caiga en el despeñadero al borde del cual ha sido puesto, especialmente luego que P. Castillo y sus secuaces acaban de admitir, después de muchas negaciones, su cínico objetivo de una asamblea constituyente para que elabore una nueva Constitución y los mantenga a ellos en el poder.

Buscando encontrar cómo evitar la catástrofe y de convertirnos en otra Venezuela, destruida como sociedad políticamente organizada, con miles de muertos y acosados por ser opositores al régimen, con millones de sus habitantes en penosa diáspora por el mundo, hay quienes han querido comparar el presente estado de cosas con lo sucedido en el año 2000 e inclusive buscar paralelos entre el expresidente Alberto Fujimori y P. Castillo.

Por supuesto que no hay punto de comparación entre uno y otro, para comenzar recordaré que A. Fujimori no solo era rector de la Universidad Nacional Agraria La Molina y presidente de la Asamblea Nacional de Rectores, sino un docente reconocido nacional e internacionalmente, con un récord de servicios efectivos en la docencia superior de más de tres décadas.

Fujimori fundó un partido para incursionar en la política y había encontrado en julio de 1990 un país a punto de colapsar, asediado por la devaluación, la hiperinflación, con cero inversión directa nacional y extranjera, aislada del contexto internacional y con su población e infraestructura productiva diezmadas por el terrorismo demencial de Sendero Luminoso y del MRTA (terrorismo que P. Castillo quiere justificar en la existencia de “desigualdades sociales”).

A. Fujimori buscó la mejor gente, de distintas vertientes políticas, para los cargos públicos y al final de su gobierno dejó un país pacificado y en crecimiento y con bases puestas para seguir creciendo aún a mayor intensidad, como sucedió en las dos décadas posteriores.

Por un episodio menos o tan grave que los muchos que afectan al actual régimen, A. Fujimori planteó en setiembre del año 2000 (proyecto de ley 428/2000-CR) el recorte de su mandato y el del Congreso, iniciativa que dio lugar a la Ley 27365, aprobada por 102 y 109 votos de un total de 120.

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