Ni un sol más
Esta semana las cifras le explotaron en la cara al ministro de Agricultura, Ángel Manero. En el Perú no todos comen. El 42% de las personas, en los últimos 30 días, en algunas ocasiones no han podido comer por falta de dinero, de acuerdo con IPSOS. Con esta traumática cifra, ¿debemos dirigir nuestros esfuerzos y recursos a una empresa estatal mal manejada, muchas veces usada como caja chica del gobierno de turno y epicentro de destapes periodísticos de corrupción, o en buscar disminuir la desgracia de que compatriotas vayan a dormir con hambre? Yo elijo lo segundo. Nuestra presidenta, Dina Boluarte, claramente aún tiene clara su elección y aún no la toma.
Sin embargo, las recomendaciones sobre el destino de Petroperú ya han sido dadas. A comienzos del año, el Consejo Fiscal, por ejemplo, reiteró su preocupación por el continuo deterioro de la situación financiera de la empresa estatal y consideraba que el riesgo para las finanzas públicas radica en la magnitud de las necesidades financieras de Petroperú y en que las actuales dificultades persistan en el tiempo, como ha sucedido.
El Consejo Fiscal advirtió que nuevas medidas de apoyo financiero a Petroperú conllevarían implicancias fiscales relevantes, pudiendo reducir la disponibilidad de recursos líquidos del gobierno o presionar hacia mayores niveles de endeudamiento público. Es decir, una red flag enorme. En ese sentido, el Consejo Fiscal reiteró la importancia de que se tomen las medidas correctivas correspondientes para que la gestión de Petroperú se rija de manera efectiva bajo criterios de transparencia y buen gobierno corporativo.
Nadie escuchó al Consejo Fiscal, siguió el festín y hoy la empresa otra vez necesita dinero, que otra vez saldría del tesoro público, que como siempre es llenado con los impuestos que pagamos todos los peruanos. Recordemos que el gobierno es el accionista del 100% de Petroperú.
El desmadre en su administración es de tal nivel que su propio directorio da tres alternativas: seguir tirando la plata, es decir, continuar inyectando capital a la empresa, como hasta ahora, sin pedir ni asegurar cambios organizacionales creíbles que busquen su eficiencia; ser realistas y aceptar su quiebra y/o liquidación con las obligaciones legales y financieras que podrían enfrentarse; o ser ilusos y pensar que este gobierno, que es incapaz de hacer algo bien, lleve a cabo una reestructuración profunda que goce de credibilidad. Esto conllevaría una inyección de capital del gobierno con la condición de realizar acciones de eficiencia organizacional que serían implementadas con el apoyo de una firma de experiencia internacional comprobada. Esta estabilización tendría que asegurar la atracción de capital privado a Petroperú para fortalecer su transformación. Esta fue la alternativa de reestructuración que desarrolló el actual directorio, pero no logró concretar.
Frente a esta realidad, considerar dar un sol para este fin mientras que miles de peruanos hacen magia para alimentar a sus familias, no se justifica. No solo es un despropósito, sino una inmoralidad tirar el dinero de esta forma.
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