¡No debemos seguir así!
Un desconcertado Perú, traumado por la vacancia presidencial, enfrenta una terrible realidad: la Constitución permite que un simple cogollo mayoritario de legisladores designe presidente del país a uno de los suyos, para que gobierne sin estar debidamente calificado profesional, moral ni intelectualmente para hacerlo. La prueba está en los últimos catorce años y medio que venimos siendo “gobernados” por sujetos improvisados, carentes de facultades para dirigir el país. No uno, sino seis espontáneos nos han gobernado por mandato del Congreso, tras vacar al presidente electo por voto popular. Algunos fueron removidos por incapacidad; la mayoría, por no acatar los ucases del Congreso para que gobierne siguiendo sus órdenes. Los siete presidentes designados por el Parlamento resultaron ser tan o hasta peores gobernantes que algunos de los mandatarios electos en procesos generales. Ello comprueba que algo funciona muy mal en nuestra Carta Magna. Y es que esta simplemente soslaya que los congresistas reúnan o no las capacidades que debe tener todo hombre de Estado. Considera, de facto, que todo congresista postulante a reemplazar al jefe de Estado está apto para cumplir dicha misión. Pero la incultura, permisividad hacia las izquierdas y la informalidad universalizada entre los legisladores han desnaturalizado las condiciones que necesita reunir quien postule a la Presidencia de la República y/o a una curul congresal. ¡Allí estriba nuestro karma! Por dárnoslas de demócratas —en un país mayoritariamente analfabeto— dejamos que nos gobierne cualquiera. Mientras esto siga así, el único resultado que obtendremos es que el Perú decaiga cada vez más aceleradamente, sumiéndose entre el fracaso, la miseria, el caos y el terror.
No es posible, amable lector, que mientras el mundo avanza, el Perú retroceda porque seguimos permitiendo que cualquier improvisado —que, además, presume de estar capacitado— dirija nuestro destino, ejerciendo funciones como presidente, vicepresidente, senador o diputado (cargo que volveremos a tener desde la entrante elección general), primer ministro, ministro, etc.
Y esto —que lamentablemente sigue sin comprenderlo la inmensa mayoría de peruanos— hará que en abril del año entrante prolonguemos —como nación camino al caos— la impresentable realidad que estamos viviendo.
Estamos solo a seis meses de una elección general de vértigo, donde podrían participar cuarenta candidatos —cada cual preparado para difamar al resto de competidores—. Panorama letal, cuando nuestra sociedad continúa secuestrada por la corrupción y mediocridad que se han apropiado de la ralea política. El trauma de haber soportado a siete presidentes en quince años afecta a todas las capas sociales a través de la inseguridad que genera. Y lo único que hemos acopiado durante estos quince largos años es más corrupción, consecuencia de la progresiva suciedad de nuestra ralea política.
Repetimos: ¡no hemos aprendido la lección! ¡Necesitamos rehacernos como nación! Empezando por modificar nuestra Constitución, prohibiendo que los analfabetos, los mediocres, los corruptos, los espontáneos y enemigos del progreso queden habilitados a candidatear a la Presidencia de la Nación y a integrar las cámaras de Senadores y Diputados. Finalmente, bajo responsabilidad del Congreso, debería quedar proscrito que el Ejecutivo nombre a mediocres y corruptos para que sean ministros.
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