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No descuidemos políticamente al terrorismo

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Fecha Publicación: 19/05/2025 - 21:40
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Hace 45 años, el 17 de mayo de 1980, como hace 3 días, Sendero Luminoso, inició sus actos terroristas en el país, y lo hizo en Chuschi, Ayacucho, una de las regiones más castigadas por la insania de la subversión. Sendero jamás contó con apoyo popular y precisamente por no tenerlo se ensañó contra gente inocente de nuestras mágicas serranías que nunca doblegaron a sus amenazas y salvajismo, padeciendo, sin misericordia, una de las etapas más sangrientas de nuestra vida nacional en el siglo XX, y produjo uno de los desplazamientos más intensos en el país. Los senderistas fueron derrotados. Verlos encarcelados por “sus ideales”, los ha llevado a imaginarse presos políticos dentro y fuera del país, lo que nunca fueron y que algunas ONG ideologizadas, que, por cierto, debemos expectorar de nuestros lares, hasta en contubernio, soltaron la falsa idea que lo eran. Junto a ellos, quedaron como remanentes los que hoy siguen, solapadamente, simpatizando con las posiciones radicales de SL. En este largo tiempo el Estado peruano, con gobiernos irresponsables en las 3 últimas décadas, rompió la conexión de los sangrientos años que vivimos por el terrorismo con las nuevas generaciones que no tienen una idea cabal de las atrocidades que cometió Sendero Luminoso en el Perú. Este grupo terrorista ahora está en otra fase de su historia, donde el uso de la fuerza para asaltar el Estado y luego destruirlo para fundar otro, ha sido prescindido temporalmente. Viven, en consecuencia, su tiempo estratégico de hibernación evitando enfrentarse con el uso de las armas. Hoy, los senderistas, con otro ropaje, quieren seguir ganando adeptos con sus infiltrados en el sector público que no hemos sabido neutralizar y erradicar, pues sueltos de huesos pregonan la lucha de clases al discurrir en nuestras narices el desdén hacia lo que llaman grupos dominantes o de poder económico o simplemente ricos, promoviendo el enfrentamiento social en un país que, se esfuerza para superar su fractura histórica, que no ha sido abordada en la dimensión que corresponde, y eso es cuestión distinta y con ello, volcar la unidad nacional que aún no tenemos. Solamente nuestras Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, la Iglesia y con ellos, los ronderos y campesinos de nuestros hermosos andes y extensa selva, jamás han bajado la guardia ante el terrorismo. No nos confiemos y actuemos a tiempo y en prospectiva porque por una ciclópea desidia, casi como en el siglo XIX, podríamos vernos envueltos en nuestra peor desventura republicana, aprovechando que el momento actual de nuestra vida nacional está dominado por nuestra atención máxime a la neutralización o la erradicación de la criminalidad diseminada por el territorio nacional y que ha generado inseguridad ciudadana por la delincuencia, como en los ochenta por el terror. Hay que asegurar que no quede nada del terrorismo y para ello dos decisiones políticas: una mejor educación con maestros comprometidos, preparados y sin ideologías, y una actitud política hacia el desarrollo nacional para una realización integral y sin enfrentamientos ni fracturas. Esa es la tarea de Estado.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

Miguel Ángel Rodríguez Mackay

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