No hay progreso sin civismo
A pesar del ruido político y las dificultades que éste ha generado en la economía, el Perú continúa disfrutando de la admiración internacional. En especial impresiona su crecimiento económico, así como el dinamismo alcanzado por las exportaciones, las cuales pasaron de US$ 6.9 mil millones en el 2000 a US$ 48 mil millones el 2018. Otro aspecto que genera respeto radica en su capacidad de reducir los niveles de pobreza, el cual pasó de 58.7 % el 2004 a 21.7 % el 2017. Esta percepción del país es sumamente positiva, no solo para los negocios o el desarrollo económico, sino también para la confianza de todos los peruanos.
Sin embargo, si uno analiza la transformación que viene experimentando el Perú desde todas sus dimensiones, es decir, no solo desde el ámbito económico, sino también desde una perspectiva sociocultural, se podría afirmar que esos cambios todavía no son muy visibles.
La evidencia de esto se encuentra en la interacción social y en la conducta de los ciudadanos en su comunidad y en la vida diaria. Me refiero al civismo que, de acuerdo al diccionario de la Real Academía Española, se define como el “comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública”. Vale decir, a la capacidad de saber vivir en sociedad respetando y teniendo consideración al resto de individuos que componen la misma, siguiendo normas de conducta, buena educación, urbanidad y cortesía.
La agresividad que vemos en las calles, tanto del transporte público como el de las personas, así como las acusaciones de corrupción que vemos a diario en la prensa, nos llevarían a pensar que todavía nos falta mucho por construir y plasmar en este campo. Otro defecto que afecta al civismo es la envidia del éxito de otros, y así se podría resaltar varias debilidades que van en contra del progreso y desarrollo de un país.
Los increíbles logros alcanzados por el Perú, la modernización que poco a poco venimos experimentando, así como la consolidación de una identidad nacional sólida, no puede ir separada de una profunda transformación de la forma como interactuamos en la sociedad. Ese es el siguiente gran paso que tenemos que dar todos los peruanos, especialmente las instituciones educativas para formar ciudadanos ejemplares. En tanto y cuanto no hagamos el esfuerzo y tomemos acciones específicas para revertir esta realidad, nuestro futuro se torna caótico y no muy prometedor. No se puede tener progreso sostenido sin civilidad.