No hay salud sin salud mental
La salud mental ha sido definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “Un estado de bienestar que permite a las personas hacer frente al estrés, desarrollar habilidades, aprender y contribuir a la comunidad”. Las afecciones mentales van desde trastornos y discapacidades psicosociales hasta estados asociados con angustia o riesgo autolesivo. 1,000 millones de personas sufren algún trastorno mental en el planeta y durante 2020, debido a la pandemia, se produjo un incremento del 25% de alteraciones como la depresión y la ansiedad. Los desórdenes mentales son la principal causa de años perdidos por discapacidad. La esquizofrenia afecta a uno de cada 200 mayores de edad, y en sus estados agudos, es el más perjudicial de los trastornos mentales. Las personas que padecen esquizofrenia grave fallecen entre 10 y 20 años antes que la población general.
La propia OMS expresa que la salud mental es un derecho humano universal, en tanto que a todas las personas les corresponde gozar de ésta en su grado más alto posible, lo que incluye ser protegidas de los riesgos que pueden afectarla; una atención disponible, accesible, digna y de calidad; y a la libertad, la independencia y la integración en su entorno social. Sin embargo, hasta la actualidad es muy común ver a quienes sufren estos males, ser discriminados y excluidos, así como no disponer de los servicios sanitarios que necesitan. A pesar de que en el mundo existe mayor conciencia del problema y nuevos enfoques para enfrentarlo, los desórdenes mentales continúan teniendo serias repercusiones en la vida de los individuos, mientras que los sistemas y servicios de salud mental, siguen estando insuficientemente preparados para atender las necesidades de las poblaciones.
El caso del Perú no es la excepción. En nuestro país la estadística tiene a la ansiedad como la psicopatología de mayor prevalencia. Le siguen la depresión, el maltrato, el trastorno emocional en niñez y adolescencia y el trastorno de desarrollo psicológico. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 32.3 % de jóvenes de 15 a 29 años presentaron algún problema de salud mental o emocional en los últimos 12 meses, y el 5.6% de la población joven, tuvo pensamientos de morir o de hacerse daño. El Ministerio de Salud reporta la atención de más de 1 millón 600 mil casos anuales diagnosticados con este tipo de dolencias. Se han realizado algunos esfuerzos y modificaciones normativas a través del modelo de salud mental comunitaria, que viene desplazando al tradicional, el cual se concentraba solo en hospitales psiquiátricos, pero en nuestro sistema de salud falta mucho por hacer.
Los trastornos psicológicos continúan teniendo serias repercusiones en la vida de los peruanos, mientras que los sistemas y servicios de salud mental acusan grandes deficiencias para cubrir las necesidades de quienes los padecen. Invertir en estos cuidados ayuda al progreso económico y social. Una mala política sanitaria en este terreno, afecta la productividad, las relaciones sociales y perpetúa la pobreza. En cambio, una buena salud mental en entornos positivos promueve el aprendizaje, el trabajo y la colaboración comunitaria. Es difícil que un Estado incapaz de proveer oportunamente gasas quirúrgicas o suero hidratante a los centros de salud, tenga este tema entre sus prioridades, pero el costo de esta negligencia margina a millones de ciudadanos y debilita al país. Es hora de un gran cambio con el que ganaremos todos.
Lao Tzu, uno de los filósofos chinos de mayor trascendencia, dijo hace 15 siglos: “No hay salud sin salud mental”. Ninguna máxima actual podría ser más acertada.
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