No hay tiempo para aprendizajes, presidente Merino
Vamos por partes. Vizcarra fue un presidente embustero, intrigante y denunciado por esconder pruebas de delitos a la Justicia por su círculo íntimo. Además, está imputado por corrupción por un excolega suyo con el cual participó en los consejos de ministros de PPK. Igualmente, hablamos de un exmandatario que arrastra sendas carpetas abiertas por la Fiscalía, en las cuales se le investiga por cohecho y otros delitos. Un expresidente que diera el golpe de Estado para librarse del control legislativo que manda la Constitución. Un expresidente que se respaldara en la presidencia para evitar ser interrogado por el fiscal Juárez. Este exmandatario, apellidado Vizcarra, ¿acaso podía seguir gobernándonos? Dicho sea de paso, la Constitución dispone que el Presidente no será juzgado por hechos acotados durante su gestión; pero en ningún lado ordena que no sea investigado por actos cometidos antes de ser mandatario.
De otro parte, el inciso 2 del Art. 113 de la misma Constitución dicta que “El presidente de la República puede ser vacado por permanente incapacidad moral o física declarada por el Congreso”. En consecuencia, mientras la Constitución no sea modificada siguiendo el procedimiento que dispone ella misma, estas son las reglas del juego.
Sin duda, lo que disponga el Tribunal Constitucional sobre la consulta que formulara el expresidente respecto al primer proceso de su vacancia no aplica para la moción aprobada el lunes 10 de noviembre. Porque sobre la última no hubo solicitud presentada oportunamente al TC para cuestionarla. De modo que ha quedado constitucionalmente consolidada.
Dicho esto, son nulos los motivos que utiliza la morralla antisistema, la turba sediciosa y la claque mediática corrompida para crear el caos, para buscar el muertito que haga caer al gobierno y, finalmente, para imponernos un régimen “popular” mediante una asamblea estilo chavista que dictamine una nueva Constitución e implante un régimen dictatorial para “gestionar el Perú a nombre del pueblo”.
Si bien el presidente Merino fue elegido constitucionalmente, la inmediatez del cambio ha generado gran desconcierto. Y lo sabe aprovechar la progresía marxista que perdió el poder, del cual se apropiase a base de chantajear a PPK y Vizcarra en connivencia con un conglomerado mediático sedicioso y criminal. Designar a Flores-Aráoz no fue muy acertado. Su estilo no encaja con la insubordinación desatada por una izquierda especializada en atizar pasiones y movilizar juventudes. Salvo cambios de última hora, el premier estaría ad portas de ser desbordado por la realidad. ¡Hasta canal 7 y Radio Nacional promueven la rebelión! ¿Por qué no cambió a la directiva del IRTP y su plana periodística, en lugar de mantener a esta jauría progre incrustada por el vizcarrato? Otro yerro. Que el premier se pusiese a pontificar en una entrevista televisiva sobre dos trapos rojos que enervan a los sediciosos: la reforma universitaria y la reelección de los congresistas. Asumir una crisis es complejo. Peor, sin experiencia gubernativa en tiempos de zafarrancho.
No son tiempos para aprendizajes, presidente Merino. Su gobierno necesita afianzarse o Perú soportará un cataclismo.