No a la caravana de la impunidad
El general en retiro chileno, Santiago Sinclair, con 92 años, acaba de ser condenado a la pena de cárcel efectiva de 18 años por el asesinato de 12 campesinos muertos en la macabra operación conocida como la “Caravana de la Muerte” durante la dictadura militar que gobernó Chile en los años 70 y que estuviera presidida por Augusto Pinochet.
Con este militar longevo que pasará sus últimos años de vida entre rejas, han sido sentenciados otros 3 militares más. Protegido de Pinochet, llegó a ocupar el cargo de senador, pero no pudo pasar inadvertido a los ojos de quienes clamaban justicia.
La imputación fundamental da cuenta que Sinclair fue el coordinador del asesinato de los campesinos cuando era comandante del Regimiento Cazadores de la ciudad de Valdivia, al sur de Santiago. Nadie que se haya dedicado al estudio serio de los derechos humanos podría pasar por alto este caso que en las redes sociales es considerado como emblemático y que como otros, no estoy de acuerdo porque de emblema no tiene nada.
Tampoco nadie que tenga objetividad y claridad en los sucesos que acontecieron durante la dictadura chilena podría obviar este episodio que enlutó al país por las prácticas diabólicas a las que recurrió el régimen. Las persecuciones contra hombres y mujeres de la izquierda chilena durante esa época merecen nuestra mayor condena. La vida humana debe ser respetada in extremis y solamente se la puede perder cuando quienes lo merecen se ponen en acto marginal con el sistema convencional al que todos los ciudadanos nos sometemos por el pacto social que se materializa en las leyes.
Pinochet llevó adelante una sistemática política de violación de derechos humanos que ensangrentó y dividió a Chile y que sin cicatrices ya hemos visto cómo el país lleno de vulnerabilidades entró en un conflicto interno que pudo haberle costado su destino nacional.
La reciente sentencia busca cerrar esas heridas que han impactado ostensiblemente en la vida nacional de los chilenos y que, también hay que decirlo, algunos aprovecharon para ideologizar y sacarle partido al país sumido en el dolor que produjo esa cruenta etapa de su historia nacional. Chile se merece un destino en paz como gobiernos de izquierda o de derecha, pero en paz, y esa tarea deben llevarla adelante los gobernantes y las autoridades nacionales.
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