No le demos la espalda a nuestro país

Todos los inicios de año escucho y leo los mismo buenos y dulces deseos de los líderes empresariales. Una voz unívoca pidiendo por la resiliencia, el compromiso, la unidad y la confianza. Ello no significa nada sino va acompañado de medidas concretas, no solo se trata de quedar bien para la foto. El país cada día está peor, pero son incapaces de tener un lenguaje de confrontación con el gobierno, de exigir la renuncia del ministro de Economía y la conformación de un equipo potente en el MEF. De retar al Ejecutivo por su absoluta ineficacia en temas de seguridad y migratorios, de denunciar la manipulación de la justicia (comprendo el temor a la persecución, pero hay empresarios que juegan a ser caviares sin medir el costo). Si ellos, que tienen tantos intereses económicos en el país, no lo hacen: ¿quién? O puedo suponer que, a río revuelto, ganancia de pescadores y que en este caos hay negocios a los que les va demasiado bien.

A esta decepción se suma otra. A la fecha, hay 25 partidos políticos inscritos que podrían presentar candidatos presidenciales y, nueve organizaciones que buscan su inscripción. El crecimiento es exponencial, el cargo público se ha ratificado como el camino más rápido para encontrar empleo y enriquecerse. Muchos no se van nunca, se siguen reciclando y cobrando favores. Las mismas caras conocidas de siempre: congresistas, exministros, excandidatos presidenciales y otros presupuestívoros impacientes.

Como los electores se guían cada vez menos por conceptos, los partidos políticos han abandonado el razonamiento, la argumentación y las propuestas y lo han sustituido por eslóganes, canciones, bailecitos y consignas, todo muy breve, conciso, destinado a las emociones más que al pensamiento. El objetivo no es convencer sino movilizar. Los largos programas electorales solo sirven para abultar el archivo del JNE, nadie los lee. Al votante indeciso se le capta a través del TikTok. Las redes y sus fake news que se han convertido en la más poderosa herramienta de las campañas electorales.

Además, la fragmentación parlamentaria hace mucho daño, lleva a pactos perversos y tiende a bloquear las acciones del Ejecutivo; gobernar se convierte en un acto de malabarismo y el costo de aprobar leyes importantes es altísimo.
Las elecciones de 2026 serán otro desastre. Gran culpa de la ideologizada y permisiva JNE. Se le ha permitido al congresista Bermejo, investigado por terrorismo por su cercanía con los Quispe Palomino, la formación de partido denominado “Las Voces del Pueblo”. El mismo error cometido con Antauro. Desafortunadamente esta gente no construye convivencia sino trincheras, no conocen el diálogo ni compartir un mismo espacio con la oposición. Si toman el poder, no lo van a dejar. Lo han dicho sin ningún pudor.

Por suerte, no todo es tan malo. A fines de diciembre se aprobó el Decreto Legislativo 1599 para promover el cierre de la brecha de infraestructura y de acceso a los servicios de telecomunicaciones. La conectividad en áreas rurales es esencial, sobre todo en un país con la población tan dispersa como el Perú. La idea es beneficiar a 10M de personas, especialmente en la Selva e interconectar a 73 entidades públicas a la Red Nacional del Estado.

El 84.1% de la población de Lima Metropolitana utiliza internet, mientras que en las áreas rurales la cifra solo llega al 46.8%. La digitalización es la gran aliada del mundo rural: no es una opción para las pymes, es el único camino de poder competir, abrirse mercados y exhibirse ante un mundo cada vez más globalizado.

Mi preocupación es que no se logre, que sea un nuevo fracaso como la Red Dorsal que nunca llegó a despegar. Este tema es esencial y como ciudadanos tenemos que fiscalizar y exigir que se cumpla. El Perú nos necesita, no es un cliché.

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