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No más futuros truchos

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Fecha Publicación: 15/10/2022 - 22:45
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Frente a la pandemia, la decisión política en todas partes fue generar deliberadamente déficit fiscal y endeudarse para pagarlo.

Endeudarse es traer valor al presente tomándolo prestado de un futuro imaginario. Pero si ese es un futuro falso, trucho, en el que nadie cree, no habrá inversión. Habrá inflación.

El océano monetario puesto en circulación en todo el planeta desde la pandemia nos ha regresado a la inflación.
Veamos el círculo completo: se emite dinero para salir del paso sin sacrificar el crecimiento. Luego, no hay forma de parar la inflación sin causar una recesión. Y despúes hay que seguir emitiendo falso valor con cargo a un futuro en el que nadie cree. Es un círculo vicioso.

Esto ocurre hoy, y lo mismo ocurrió luego del colapso de la burbuja global de 2008.

Hoy, el banco central de EEUU, la Fed, sube la tasa de interés para frenar la inflación. Esto hace del dólar un dudoso refugio artificial para el capital global y EEUU se convierte en la aspiradora de los capitales de todo el planeta.

Sobre esto, el presidente de la Fed, Jerome Powell, argumenta que su mandato es detener la inflación y que el efecto devastador del dólar caro en el resto del mundo es muy lamentable, pero no es su problema. Es la confesión de que el problema le queda grande.

El asunto se le va de las manos al poder político en todas partes.

No se puede hacer frente a este círculo vicioso pensando dentro de la caja, hay que pensar fuera de ella.
La única verdadera solución es crear nuevos activos, uno futuro, más allá y por encima de los pasivos, incluso de la deuda global.

Hace muchos años, Henando de Soto dijo que el problema del siglo XXI son los papeles sin bienes en los mercados financieros de las economías desarrolladas, y los bienes sin papeles en el resto del mundo emergente.

Obviamente, son las dos caras de la misma moneda. Evidentemente, la solución es dotar de papeles a los bienes de las economías emergentes y llevar esos nuevos papeles a los mercados financieros de las economías desarrolladas en Nueva York, Toronto, Londres y Shanghái.

Es posible desbloquear el millón de millones de dólares de recursos naturales trabados bajo la tierra en todo el planeta por falta de un acuerdo equitativo entre las empresas que tienen la concesión legal de los recursos debajo y quienes tienen de facto el control de la tierra sobre ellos y no permiten extraerlos.

Ni la empresa, ni quien controla la superficie, ni mucho menos el Estado pueden decidir cuál es ese arreglo equitativo. Solo el mercado puede decidir cuánto valen esas tierras sobre los recursos naturales en toda partes.
Pero no el mercado local, donde la tierra puede no valer nada cuando no hay sino un único comprador, sino el mercado global en las bolsas de Nueva York, Toronto, Londres o Shanghái.

En suma, hay que dotar a esas tierras de papeles que se puedan negociar en esos mercados globales. En el mismo acto, eso dotará de bienes con valor real a los papeles de esos mercados y al futuro de un nuevo y verdadero valor en el que la gente pueda creer.

Ahora bien, tenemos la posibilidad de que este proceso de sanación de una economía global enferma -que ocurrirá de todos modos- pueda comenzar el Perú. Porque por fortuna el Perú produce oro propio y somos, con Chile, los primeros proveedores de cobre para la economía global del siglo XXI, autos eléctricos incluidos.

Pero esta nueva acumulación de capital necesita un nuevo refugio para el valor. Eso es lo que hizo Keynes en 1944 al fijar el dólar al oro: crear un verdadero refugio para el valor. Desgraciadamente, el dólar ya no es ese refugio -aunque hoy lo parezca engañosamente- desde que en 1971 Richard Nixon rompió el vínculo del dólar con el oro.
Podemos volver a tener un sol de oro, una moneda que nos permita ser de los primeros en la nueva acumulación de capital y tener la promesa de una verdadera expectiva sobre el futuro.

Todo esto podría comenzar con una medida audaz y simple: decretar la libre comercialización de oro en todo el territorio nacional.

Acabaría de inmediato con el contrabando del oro peruano a Bolivia y sería un salto a la formalización para miles de mineros artesanales que lo producen en el Perú.

Solo sería algo similar a lo que hicimos cuando, luego de años de falso control cambiarlo en el Perú, decretamos la libre comercialización del dólar en todo el territorio nacional. Fue el punto de partida de 30 años de prosperidad.

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