“No me gustan los lunes”
Dos crímenes masivos más en el país de las oportunidades. En el supermercado Walmart de El Paso, hubo 20 muertos y 26 heridos este sábado. El atacante: un joven de 20 años que decía que los hispanos habían invadido Texas, mientras sabe Dios qué demonios habían invadido su mente desde la infancia. Al día siguiente, otro chico como él de 21, equipado con un chaleco antibalas y un rifle de asalto, abrió fuego en una zona de bares de Dayton matando a 9 personas, entre ellas su propia hermana, y dejando 27 heridos antes de ser abatido por policías que patrullaban la zona.
Los lobos solitarios salen a cazar desde las madrigueras de la desolación y la maldad. A simple vista son irreconocibles. ¿Qué los podría delatar? ¿Un carácter sumamente introvertido, una historia de abusos, una soterrada pero inmensa ira que se ha ido almacenando, una red social llena de presagios, excentricidades y amenazas? Noviembre del año pasado.
Doce muertos en California en un tiroteo y otros tantos más en episodios que hace ya tiempo que no son esporádicos sino recurrentes, como una enfermedad inherente a la conciencia, al alma, al corazón destrozado de marginales que sin embargo están en el centro de la ciudad, en sus supermercados, en sus high school. Me anonada la frase que la estudiante Brenda Ann Spencer, balbuceó para explicar la matanza que cometió en el invierno de 1979 en la Primaria Grove, de San Diego, California: no me gustan los lunes. Aquellos mismos lunes que Borges agradeció “porque nos dan la ilusión de un comienzo”.
Comienzos, sueños, primaveras, son una sola tiniebla en el alma de los escogidos por la muerte para armar su tramoya, para levantar su torre de Babel el primer día de la semana que quiere ser el último: Evan Ramsey, que un lunes de 1997 mató a un alumno y al director de su colegio en Bethel, Alaska. Sus amigos no sólo no intentaron impedir la tragedia, sino que le sugirieron otras 11 posibles víctimas para ampliar su lista. Luego hicieron correr la voz, y más de 20 estudiantes se juntaron en un balcón de la biblioteca para observar el terrible espectáculo. (Qué haces acá arriba, le preguntó una alumna a otra, tú estás en la lista).
Un adolescente que el lunes 9 de octubre del 2006 abrió fuego contra sus compañeros en su escuela de Missouri. Cho Seung Hui, de 23 años, que quería leer a Shakespeare en su idioma nativo y que un lunes 16 de abril abatió a 33 personas, entre alumnos y maestros de la Universidad Politécnica de Virginia. Lunes de la sangre y del terror sin máscaras ni sombras. Lunes de la terrible y fúnebre canción de Bob Geldof: “El chip de silicona dentro de su cabeza se sobrecargó y nadie va a ir al colegio hoy. Y papá no lo comprende. Siempre dijo que era más buena que el pan”.
En la sociedad del éxito y del despilfarro, la violencia se huele a la distancia. Y entonces todo es muerte, como clamaba Ginsberg. A Brenda no le gustaban los lunes y ese día les disparó a sus compañeros hasta que su rojo horizonte se inclinara sobre el suelo. Pero los lunes, como las vidas, hasta las más tristes y grises, son una razón suficiente para soñar con la ilusión de un comienzo.