No necesariamente los años significan experiencia de vida

Los seres humanos pueden llegar a ser adultos mayores y el devenir de los años no les ha servido para nada, sino ratificar su inmadurez emocional. Inclusive dejan esta vida terrena y pasan inadvertidos porque no dejaron huella de ninguna naturaleza por lo efímera de su existencia. No sembraron ni cosecharon nada, sino recuerdos nada gratos de una vida sombría, indiferente, oscura, intrascendente y egoísta, debido a la vida hedonista que llevaron sin construir nada, culpando a terceros por sus desaciertos y dependencia.

Cada persona construye su camino al andar por las sendas correctas y no torcidas. Muchas veces la gente se pregunta por qué dos personas que tuvieron la misma oportunidad de desarrollarse, terminan siendo tan distintas: uno surge y el otro se estanca. Mucho tiene que ver la personalidad, el carácter, el temperamento, la percepción de la vida, los ideales, las personas con las cuales se rodean, los proyectos, fines, objetivos y la pareja que se escoge. El que surgió tenía una personalidad fuerte, vehemente, no dejaba las cosas para el día siguiente; todo lo contrario, adelantaba en hacerlas. El que no surgió era débil, dependiente, conformista, flojo, vivía de la apariencia, le interesaba mucho el qué dirán. Nunca logró nada y todo radica en la voluntad de querer hacer las cosas bien, progresar, surgir, ser alguien en la vida, inspirar respeto y admiración y ser imitado para el bien de las personas.

Los casos que les voy a comentar se tratan de personas que llegaron a ser adultos, pero no lograron nada en su vida por falta de voluntad y dependencia emocional. El primer caso es de un conductor de televisión que tuvo tres hijos; dos murieron y del que vive, nadie sabe nada. Sus vidas se desarrollaron a través de la figura del padre, una madre presente pero ausente. Tenían de todo, nunca les faltó nada material, pero sí el amor, el cariño y la comunicación. Quizás si se hubiesen independizado del padre, buscando sus propios destinos, su situación hubiera sido diferente. Estaban esperanzados en la herencia, que yo sepa, el padre no les dejó nada. Buscaron parejas que también eran dependientes y que dependían del suegro. En apariencia, todo era de maravilla, empero en el fondo del corazón de estas personas solo existía soledad y tristeza. A pesar de ser adultos, eran unos niños que pedían a gritos una mano salvadora, se sentían abandonados, pero poco o nada hicieron para superarse.

El segundo caso se refiere a un hombre adulto que solamente sabía tocar el piano. Se unió a una mujer mayor, más de treinta años mayor que él. Se enamoraron por la música, ambos tocaban el piano. Él era dependiente emocional y económicamente, la acompañaba a todos sitios, daba la apariencia de ser su madre e hijo, una relación edípica. Se casaron, vivían tranquilos, hasta que las hijas de la señora, contra la voluntad de su madre, lo echaron de la casa, hicieron que se divorciaran, dispusieron del dinero que tenía el esposo de la madre. La madre enfermó de diabetes, le amputaron las dos piernas, sumada a la tristeza emocional, sentimental y la lejanía del esposo, que lo extrañaba. Entró en una fuerte depresión que desencadenó en su muerte. La herencia fue repartida por las hijas sin respetar al esposo. La enterraron al lado de su ex esposo. Tiempo después, nos enteramos que el esposo había muerto de tristeza, debido a que las hijas no permitían que visitara a su madre. Tenemos un claro ejemplo de dependencia emocional que bloqueó sus facultades mentales y no pudo actuar frente a la ley para reclamar sus derechos, deberes y obligaciones por falta de voluntad. Su inmadurez emocional no hizo nada. Las hijas de la esposa lo hicieron sentir culpable de algo que no tenía ninguna responsabilidad. Todo lo contrario, le daba amor, cariño, comprensión y compañía a su esposa. Las hijas destruyeron todo y murió olvidado, sin que nadie lo recuerde.

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