No otro Oswald
El 24 de noviembre de 1963, en la comisaría de Dallas, Texas, y frente a toda la prensa que esperaba su salida para ser trasladado a la corte, fue asesinado Lee Harvey Oswald, el autor del magnicidio de John F. Kennedy y único testigo vivo del hecho. Las cámaras de televisión transmitieron en vivo para todo el país aquello que se consideraba inimaginable. Obviamente tras el asesinato de Oswald nunca se pudo saber a ciencia cierta quién o quiénes habían estado tras el asesinato de Kennedy, tejiéndose una serie de leyendas y teorías de la conspiración que prosiguen hasta hoy, más de 60 años después de ocurridos los hechos. Lo único cierto es que se puede concluir que cuando hay fuerzas poderosas desesperadas en desaparecer evidencias, acorraladas por las circunstancias, son capaces de cualquier cosa, incluso de liquidar a un testigo en la sede misma de la policía frente al mundo entero. Todo el Perú ha visto cómo este último miércoles por la noche fue detenido en la comisaría de La Molina el aspirante a colaborador eficaz Zamir Villaverde, excarcelado a pedido de una fiscal y por un juez que consideraron que sus testimonios y pruebas (audios) en contra del presidente de la República como el cabecilla de una organización criminal eran verosímiles. Villaverde ha grabado al más alto círculo del Presidente entre ministros, secretarios y sobrinos, todos prófugos de la justicia, así como bancado sendos viajes a los familiares más cercanos del Presidente.
La condición de Villaverde para ser excarcelado con comparecencia restringida fue entregar todo el material que involucra la corrupción de Castillo y su círculo de poder, lo que se produjo esta semana. Pero al día siguiente de ser excarcelado por el juzgado, Villaverde descubrió in fraganti que miembros de inteligencia del Ministerio del Interior estaban vigilando su domicilio, emplazándolos y denunciándolos con pruebas en mano (placas de auto que pertenecen al Mininter) en la comisaría de La Molina. Allí, paradójicamente fue detenido por encontrarse “requisitoriado”. Al parecer un “error” en el sistema lo ponía en ese estatus. Sin duda la policía de la comisaría de La Molina sabía perfectamente que Villaverde había sido liberado el día anterior por un juez, pues toda la prensa se encargó de reportar el hecho. Aún así, fue detenido mientras su abogado fue informado en plena entrevista con Phillip Butters del hecho. La prensa libre tuvo con Willax Televisión y PBO un papel fundamental en sonar todas las alarmas para que la vida de Villaverde no terminara como la de Oswald, pues, no lo olvidemos, estamos gobernados por una mafia acorralada que es capaz de cualquier cosa para salvarse y quedarse en el poder.
Tuvieron que intervenir una fiscal, un congresista, varios periodistas, además de una multitud que se agolpó en las afueras de la comisaría para que Villaverde fuera puesto en libertad luego de cuatro horas de encierro. Las pruebas de Villaverde son el fin de Castillo y su organización criminal y hay mucho en juego, no solo de parte de los miembros de la banda sino de todos aquellos tontos útiles, franeleros y hueleguisos que se subieron al carro de este gobierno y que terminarán por la pata de los caballos como César Landa, Diana Miloslavic, Alejandro Salas y Aníbal Torres, por citar algunos. El hecho probado de que un vehículo del Ministerio del Interior con agentes haya estado haciendo guardia de inteligencia frente al domicilio de Villaverde sin explicación ni derecho alguno, pone al ministro en el tajo de la censura. Aquí la cosa está bien clara. Existe un plan del gobierno para disuadir mediante la fuerza a Villaverde para que se quede callado. Un evidente amedrentamiento desde la cumbre del poder. Un desafío a la justicia y al MP. La banda criminal de Pedro Castillo es una bestia herida y está más peligrosa que nunca. Es capaz de cualquier cosa por su supervivencia y no dudará a pasar a la fase del crimen si es necesario, aun sea a vista y paciencia de todo el mundo.
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