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No sé, no existe

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Fecha Publicación: 09/08/2021 - 21:40
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Un árbol cae cerca de mí en un bosque a las afueras de Lima y lo oigo como un fuerte golpe de malezas, pero es mi oído a través de sus mecanismos los que se encargan de hacerme creer o saber que hay ruido. Hay ruido porque hay oído. Si se hubiera desplomado sin testigos, sería una caída en absoluto silencio ¿El ruido existe en mí y no en la realidad?
Existen diferentes formas de ver el problema desde la ciencia y la filosofía ¿Qué es la realidad? Es una pregunta que es mejor no hacerse, la filosofía solo problematiza la vida; pero solemos hacérnosla difícil. Muchos de los temores que me acompañan es solo porque sé y porque he visto. No temería a peste alguna ni guerra ni enfermedad ni accidentes si no supiera que existen. Alguna vez una reja oxidada se clavó en mi pierna y no informé. Tenía ocho, la edad en que pocas cosas médicas se saben. Con los años sabría bien que es el tétano y tanto que, al hincarme con un clavo a los treinta, me encargué de inocularme la vacuna a mano propia. El miedo existe porque existe el conocimiento.
Si nunca supiera de accidente aéreo alguno en las noticias y las estadísticas me dicen que solo un avión se cae cada cinco años entre millones más volando, no temería volar; pero si mañana vuelo a Europa y hoy supe de una tragedia cuyo espanto cubre mi retina, el miedo adquiere otra dimensión. Temo porque sé y temo más porque he visto. La infodemia es la epidemia de malas noticias, tantas que es mejor siempre estar a buen recaudo. Lo curioso es que mientras más infaustos eventos concurren y más lo sé, más los veo hasta donde no hay. Cuando mi esposa estaba embarazada, me vino la curiosidad de por qué se había incrementado el número de embarazadas en las calles.
Hasta cierto año fui más proclive a “comer” libros que a ver noticias. La evasión bajaba mis alertas, pues nada existe fuera de lo que sé. “No me cuenten nada”, advertía mientras ocupaba mi pequeño refugio antiaéreo. Las pestes que me sonaban eran las de los libros, la de Atenas, la “española”. De guerras y revoluciones bastaban las remotas y librescas. Era un estarse seguro. Castro y Cuba sonaban lejanos como las pandemias. ¡Quién diría! Hoy no hay ya cómo no saber.

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