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No somos enemigos

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Fecha Publicación: 25/04/2021 - 23:50
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Desde el año 2011 las elecciones han hecho que los peruanos no nos miremos con recelo. En vez de ver nuestras diferencias con tolerancia no hemos hecho otra cosa que descalificarnos entre nosotros. No importaba quién tenía el mejor plan de gobierno o la mejor propuesta, lo único relevante era chancar al enemigo, y hacer alianzas para destruir al otro, no para construir.

Así, divididos y heridos Ollanta Humala ganó las elecciones en el2011. El mismo candidato que el 2006 era el clon de Hugo Chávez ya quien el presidente venezolano lo llenaba de odas y lo apadrinaba, se vio obligado a moderar sus discurso para ganarle a Keiko Fujimori. Con camisa blanca y con un marketero brasilero, Humala hizo el famoso “juramento de San Marcos” ante lo más graneado de la centroizquierda antifujimorista. En términos de jerga política podría decirse que Ollanta juró portarse bien ante la crema y nata del caviarismo nacional. Luego sacó de la chistera la Hoja de Ruta y nació el movimiento No a Keiko.

Desde entonces, electoral y fácticamente, la política peruana se ha dividido entre el antifujimorismo y el resto del Perú. Durante el quinquenio humalista los testigos del juramento le pasaron la factura y vivimos una campaña permanente de envilecimiento no solo a todo aquello que represente Keiko y su entorno, sino que el coro sumó suacoso político a Alan García. Pasamos de estar orgullosos del “milagro peruano” (2001 – 2011) a vivir y pensar en cómo se podía desaparecer al oponente naranja o la estrella del PAP.

Han transcurrido diez años desde entonces. Hemos pasado por Kuczynski, Vizcarra, Merino y Sagasti. Las grietas se han ido profundizando y empezamos a normalizar el veto y el maltrato a quien pensara distinto de quienes nos gobiernan desde el 2011 sin haber ganado una elección.

Pero ahora la historia no se repite, sino que nos enfrentamos a sus consecuencias. Desde Lima la agenda era ver la manera de apresar al enemigo: con pruebas o sin ellas, investigar “afondo” la compra de canastas y flores en el Parlamento, contarlas veces que Alberto Fujimori iba a la Clínica Centenario. Así, distraídos en esos “grandes destapes”, en el interior del país la agenda era otra. Los presidentes regionales de izquierda dilapidaban el dinero del canon, la corrupción se personalizaba en ellos, pero siempre era mejor “culpar al modelo”, “a los políticos tradicionales” y a la “derecha”.

Los empresarios en vez de invertir en demostrar las bondades de 30 años de libertad económica, prefirieron protegerse y financiar mediáticamente al enemigo para “que no se metan con ellos”, y no tuvieron ni lo uno ni lo otro. Y no podemos hablar de miopía, sino de una absoluta ceguera.

Si las elecciones fueran mañana Pedro Castillo sería el Presidente de la República. Con él no funcionan ni las hojas de ruta ni los juramentos. Viene a quedarse, aunque diga lo contrario, porque el populismo se alimenta de la mentira y de crear enemigos para triunfar. Que sepan Cerrón y Castillo que los peruanos no somos enemigos. Solo queremos seguir chambeando, recibir un sueldo digno, que respeten nuestras libertades y que no nos quiten lo poco o mucho que hemos ganado con nuestro trabajo.

Pareciera que el partido está perdido, que quienes nos quieren divididos van ganando por goleada. De nosotros depende voltear el partido. Estamos a tiempo. No somos enemigos, somos peruanos.

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