¡No te metas en política!
Las sociedades van mutando conforme se desarrollan sus generaciones. Y el hombre es, por naturaleza, generalmente un animal “racional” de costumbres. De manera que, conforme avanza la prosperidad en el planeta, las sucesivas generaciones van formándose en base a más ciencia, más academia, más experiencia y, consecuentemente, más conocimientos. Pero la prosperidad también trae consigo lacras que perfilan la capacidad de la gente.
Sin ir muy lejos, los avances en el conocimiento transforman la manera de enfocar la vida del ser humano contemporáneo. Ahora la mayor parte de la juventud que egresa de alguna universidad –desde las más pintadas hasta las de clase chicha, que abundan en este país– aspiran solamente a ubicarse en puestos con expectativas de desarrollo alto/medio, tanto en ingresos como en los estratos sociales.
Y la empresa –particularmente la privada– es la meca para hacer carrera en la vida, con la esperanza de llegar a los años de retiro premunidos de los recursos necesarios para tener un buen pasar.
Pero ocurre que la vida y el patrimonio de la gente no sólo depende de su preparación, aptitudes y por último, su suerte en la vida profesional. Existe frente a todo aquello un ingrediente adicional (exógeno, haciéndolo aún más complejo) para que el ciudadano pueda aspirar a disfrutar de su esfuerzo, de sus capacidades y finalmente del éxito personal/académico/laboral.
A este elemento se le conoce como el Estado. Y su peso específico es tal, que puede convertir en absolutamente inútiles todas aquellas condiciones personales, académicas, etc. que pueda reunir el ciudadano, por más altas y calificadas que sean. ¡Si el gobierno es malo, sálvese quien pueda, señores!
¡En estas andamos! El gobierno que proclamó tramposamente ganador, en primera y en segunda vuelta, un espurio Jurado Nacional de Elecciones –con ayuda (va aclarándose) de los regímenes que encabezaron Vizcarra y Sagasti– amenaza con echar al traste todo el bagaje preparativo y los esfuerzos sobrehumanos por los que pasaron millones de jóvenes que están por graduarse.
O incluso ya lo hicieron. Gente que ya empezó a trabajar y hasta peruanos que ya han adquirido alguna posición en la vida encaminada a que los conduzca a esos tiempos del retiro esperado.
Un golpe atroz para estos peruanos, para sus padres y todos sus familiares que se sacrificaron hasta verlos ubicados en la correcta línea de carrera, para facilitarles una mejor calidad de vida.
Acá cabe evocar un imponderable: “La prosperidad también trae consigo taras gubernativas que destruyen la capacidad de la gente”. ¡Hablamos de afectar a millones de peruanos que ya habían conseguido transformar sus conocimientos en una esperanza de vida exitosa en gran parte del orbe! ¡Menos acá! Por culpa de este régimen comunista/senderista que secuestró el Estado e intenta convertirnos en Cuba o Venezuela, donde no existe el éxito en la vida.
Porque el comunismo no aprecia ni premia el esfuerzo/éxito. ¡Solamente lo castiga! Medio siglo atrás empezó a calar entre los peruanos este consejo: “No te metas en política porque es sucia”. Craso error. ¡Hoy la escoria monopoliza la política!
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