No uno sino muchos líderes
En cierta ocasión, dos amigos emprendieron un viaje de aventura. Después de un largo caminar, llegaron a un pequeño y acogedor caserío. La hospitalidad y la rudimentaria comodidad prolongaron su estancia. Un día, un amigo le dijo al otro: –“Continuemos. ¡Queda tanto por recorrer y descubrir!”. Aquel se mantuvo pensativo en silencio. A los pocos días, ocurrió una situación similar. Esta vez, el amigo le dijo: –“Qué ocurre contigo. Sé que acá nos tratan bien, afuera tenemos más alternativas… ¡Anímate, vamos en pos de nuestros ideales!”. – “No” –fue su respuesta –. “Estoy cómodo. Salir significa, volver a comenzar y luchar. Prefiero lo seguro”.
De cara a fructíferas iniciativas e ideales nobles, se suele recibir ese tipo de respuestas. La sensación de soledad y de desánimo puede inducir a pensar que los amigos no responden; que la sociedad está en crisis; que el dinero no alcanza; que el colegio es exigente, que el gobierno es arbitrario, etc. La vida no es de colores, tampoco pinta de negro ni es incolora: tiene sus claros y oscuros. Las alternativas para cambiar y ser mejores existen; ser protagonistas del propio proyecto de vida es un deber que minimiza los obstáculos que puedan aparecer. Conocemos personas que se resisten a tocar la guitarra como acompañamiento. Luchan contracorriente para no ser presa de la violencia, del individualismo, del capricho, de las influencias ideológicas, del trabajo mediocre, en una palabra, luchan para ser pioneros del cambio en el ambiente donde se desenvuelven. Esta realidad anima, estimula y devuelve el optimismo.
En Lima, hace dos semanas, 350 jóvenes escolares con sus profesores del Perú y de los países de la Región, hicieron un alto en su andar para escuchar, discutir, acordar y sobre todo sentirse acompañados en el esfuerzo de construir un futuro razonablemente promisor. ¿Existen líderes en nuestra Región? Se tiene, desde la escuela, que descubrir y formar líderes para el mañana. El Modelo Cenit ®que cumple su primer vigésimo aniversario, nació para llenar ese vacío. Estoy convencido de que el liderazgo no es sólo cuestión de carisma, es sobre todo una cuestión de ejemplaridad, de convicción y de espíritu de servicio. Por tanto, es válido afirmar que cada quien –en su propio ambiente– puede y debe ser líder. El ejemplo exterioriza la palabra. La palabra valora la conducta.
El reto está planteado: no es problema de uno o de varios líderes, el problema está en la ausencia de muchos líderes en sus ambientes: en su familia, en el colegio, en el barrio y en la ciudad. Una famosa actriz norteamericana visitó un hospital de leprosos; al despedirse dijo a la religiosa que la acompañaba: “Es admirable la labor que hacen ustedes; yo no sería capaz de hacer esto ni por un millón de dólares”. La religiosa, le contestó: “Nosotras tampoco”. Igualmente, para ser un líder no hay que buscar compensaciones materiales. Su motor es el cariño y el interés por ayudar con eficiencia a los demás. A metas altas se llega por motivos más altos.
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