Noboa y el drama de Correa
Hijo de candidato a la presidencia y de candidata a la vicepresidencia de Ecuador en sus momentos, Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín, joven político, corona su vida política como presidente de la República de Ecuador con tan solo 35 años de edad -el más joven por elección popular- y lo hace luego de ganar las elecciones con el 52% de los votos escrutados frente al 48% de su rival del correísmo, Luisa González, sino sobre todo, al propio expresidente Rafael Correa, que vuelve a ver frustradas sus intenciones de volver a su patria -viviendo en un cómodo exilio en Bruselas, ese es su mayor drama-, para hacerse del control político de la vida nacional de un país que sigue sumido en la violencia estructural en los últimos meses, principalmente. Daniel Noboa encarna la nueva sangre política ecuatoriana que el pueblo ha querido materializar en la juventud de este país hermano del norte de la subregión Andina.
Los ecuatorianos le han dicho no a la clase política tradicional llena de figuras vetustas que han sido incapaces de producir la consecuencia de un país realmente alternativo en la región y el hemisferio, mirando las expectativas que surgieron cuando se decidió la dolarización de la economía ecuatoriana en los tiempos del presidente Jamil Mahuad (1998-2000). Noboa ha conseguido una victoria que grafica el rechazo de la nación al populismo que llevó adelante el propio expresidente Correa. A pesar de que Guillermo Lasso no hizo un gobierno conforme lo esperado, habida cuenta su prestigio como todo banquero, la gente sigue prefiriendo a gobernantes con visión empresarial y que muevan la economía del país dentro de una economía social de mercado, antes que a los políticos que hablan mucho y que no tienen idea de cómo producir en un país que exige a gritos los verdaderos cambios que realmente se merece. Es verdad que su mandato será solo de 18 meses, pero será suficiente para enrumbar el país, y lo más importante, neutralizar la agudización económica que viene de varios años atrás, amén de conseguir que la gente se olvide de Correa que nunca tuvo una visión seria y profunda de Estado para Ecuador. El damero de Sudamérica parece que sigue el viento hacia la derecha propio de la ciclicidad del poder en la ciencia de las relaciones internacionales. Veremos ahora qué pasa en Argentina donde podría continuar esta tendencia.
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