Nuestro hipotecado Poder Judicial
El Perú rechaza continuar siendo gobernado por una mafia que ha quebrantado el derecho ciudadano a tener un régimen de gobierno democrático, elegido vía el voto popular. No un híbrido exógeno, dirigido por una mafia corrupta instituida per se, a raíz de la elección de Alejandro Toledo, el primer presidente responsable de haberle endosado –inconstitucionalmente– sus obligaciones, como mandatario, a un turista de la politiquería llamado Gustavo Gorriti Ellenboghen. Gorriti es un sujeto muy peligroso, de mirada torva y actitudes matonescas, involucrado en cuanta intriga y porquería pueda uno imaginar, decidido a poner a los peruanos bajo la suela de su zapato. ¿El propósito? Manipular, a su criterio, los tejemanejes del poder desde un sillón diferente al Ejecutivo, cuya gobernabilidad la disputó, temerariamente, con el hoy procesado por corrupción Alejandro Toledo, claudicante mandatario elegido a comienzos de siglo por abrumadora mayoría, finalmente esperanzada en contar con algún presidente perteneciente a una nueva hornada de jóvenes peruanos, natales del Perú profundo, con estudios superiores en el exterior y personalidad moderna; aunque totalmente desconocedores de la política y del manejo del Estado. Toledo fue elegido jefe de Estado de un gobierno democrático. Sin embargo, jamás fue capaz de controlar la inmensa mayoría de sectores del Estado. En particular, el poder Judicial encargado de impartir Justicia; como sucede en toda Democracia y Estado de derecho. Esta fundamental función del Estado irresponsablemente se la endosó Toledo a Gorriti.
Un sujeto al que conoció durante la campaña electoral, representante del poderoso manipulador/financista George Soros cuyos intereses apuntan a manejar países gobernados por sujetos como Alejandro Toledo, de pobre conocimiento en materia de temas sociales; muy baja intensidad moral, pero muy alta autoestima personal. Su nombre: Gustavo Gorriti Ellenbogen. Por disposición de Toledo, Gorriti pasó a actuar de káiser de la Justicia peruana, coordinando todas las funciones del poder Judicial y de la Fiscalía de la Nación (Montesinos ll) que, constitucionalmente, son facultades “exclusivas” del jefe de Estado. No obstante, Toledo se las endosó a este tipejo nefasto, enemigo de la democracia y partidario de la justicia totalitaria, en contubernio con gente abyecta. Tomará años y mucho padecimiento revertir este imperdonable error del toledano, ya que con él fulminó la independencia de la Justicia, fundamento vital de toda democracia. Precisamente, fue a raíz del endose de responsabilidades en materia de Justicia que el hoy preso –acusado de corrupción–Alejandro Toledo violó nuestra democracia, imponiendo hace casi un cuarto de siglo esta falsaria justicia pletórica de intereses políticos afines al clan que dirige Gustavo Gorriti. Ahora, quienes NO comulgamos con las ruedas de molino de la camorra caviar, no tenemos acceso a una justicia auténtica, desprejuiciada, despolitizada; sino a todo lo opuesto. Empezando por la acusación insubsistente, sesgada y condenable a cargo de fiscaletes venales, politizados, ideologizados, prejuiciosos, incluso corruptos, que deshonran al aparato de Justicia de un país que persiste en hacer respetar sus fueros democráticos, y a mantener a tope un régimen ético. ¡A ello se opone este despreciable establishment dominado por los gorritis de siempre!
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