Nueva derrota de la OEA
Los graves sucesos ocurridos en Ecuador no sólo han afectado al gobierno del presidente Lenín Moreno, sino también al Fondo Monetario Internacional y, de manera especial, a la Organización de Estados Americanos (OEA). Aumentar súbitamente un 33% el precio del combustible y 123% del gasoil, siguiendo la pauta del FMI, produjo el inmediato encarecimiento del transporte y de los productos de primera necesidad. La respuesta a esa drástica medida fue la movilización de millares de indígenas, espoleados por la oposición, de un modo directo por el ex mandatario Rafael Correa y por el dictador venezolano Nicolás Maduro. Se produjeron saqueos y actos de violencia, incluyendo el incendio de la Contraloria y el asalto al Palacio Legislativo, que obligaron al jefe de Estado a trasladar la sede de gobierno de Quito a Guayaquil, decretando el estado de excepción y un toque de queda Un aumento de esas proporciones en el precio del combustible, sin explicar la medida previamente a la población y sin hacerlo gradualmente, fue, sin duda, una precipitación del régimen.
Los políticos ecuatorianos no recordaron que lo mismo sucedió en Venezuela 30 años atrás, en 1988, cuando a los 25 días de comenzar su segundo mandato, el presidente Carlos Andres Pérez aplicó un drástico plan de ajuste recomendado por el FMI para otorgarle un crédito de 4 mil 500 millones de dólares. Entre otras disposiciones, incrementaron 100% el precio de la gasolina y 30% las tarifas de transporte público. Al igual que ocurrió en Ecuador, la población venezolana se levantó, produciéndose el llamado “Caracazo”, con un importante número de muertos y de violencia extrema. Ese fue el principio del fin de la presidencia de Carlos Andrés Pérez. Debilitado políticamente y acosado por una oposición implacable, en 1992 resistió con valor dos intentos de golpes militares, uno de ellos liderado por el comandante Hugo Chávez y luego, en 1993, fue arbitrariamente destituido bajo la acusación de haber utilizado la partida secreta para brindar seguridad a la presidenta nicaragüense Violeta Chamorro, amenazada por el Frente Sandinista y por grupos comunistas.
En esta crisis también hay un gran perdedor: la OEA. El Secretario General del organismo hemisférico, embajador Luis Almagro, debió ofrecer la formación de una mesa de diálogo entre el gobierno ecuatoriano y la Confederación de Nacionalidades Indígenas, por la sencilla pero poderosa razon que esa es una de las más importantes funciones de la OEA. Pero no lo hizo y quién cubrió ese vacío, intermediando exitosamente en la crisis, fue el Secretario General de Naciones Unidas, embajador Antonio Guterrez. Más aún, ante la amenaza al orden constitucional, Almagro pudo convocar al Consejo Permanente, en aplicación al artículo 20 de la Carta Democrática, pero tampoco lo hizo. La organización regional, así, ha quedado debilitada diplomáticamente, como también ocurrió cuando el secretario general de la OEA brindó su apoyo -sin conocimiento del Consejo Permanente ni de la Asamblea General- a la ilegal candidatura de Evo Morales a una cuarta reelección y con su confusa declaración sobre la crisis del Perú.