Nunca más
Dos circunstancias coincidentes me involucran otra vez en la pesadilla que padecimos los años 80 y 90 del siglo pasado. Pesadilla larga cuando la vivimos pero corta cuando la recordamos.
Me refiero sin duda al terrorismo. José Mariño y Giusseppe Rojas tuvieron la gentileza de convocarme esta semana a escribir uno de los epílogos de su libro “Año nuevo del terror”, el cual materializa en una edición más amplia las entregas diarias que publicaron en las redes sociales dando cuenta exacta de muchos de los actos de barbarie perpetrados por los criminales de Sendero Luminoso y el MRTA.
Acompañando el hashtag #TerrorismoNuncaMás, Mariño y Rojas trajeron a la memoria colectiva recuerdos espeluznantes de asesinatos de campesinos, secuestros, extorsiones, coches-bomba, voladuras de torres de alta tensión, toma de locales públicos, así como el llanto y el sufrimiento de quienes resultaron afectados por esta insania.
Mi aporte al libro ha sido la experiencia que viví directamente cuando la mañana del 8 de octubre de 1987, una banda del MRTA hizo volar las instalaciones del consulado de los EE.UU. que en ese entonces se ubicaba en la cuadra 3 de la calle Grimaldo del Solar, distrito de Miraflores, colindante al edificio donde yo habitaba. La anécdota no radica sólo en lo que pude evitar como daño a mi persona cuando explotaron los vidrios de las ventanas, sino en un hecho posterior que allí evoco.
El segundo punto es haber recibido de manos de mi apreciado amigo Diego de la Torre de la Piedra el libro “Las chekas de Lima”, escrito por su hermano Víctor, también cercano desde los tiempos universitarios. Es la narración viva y angustiante del secuestro que sufrió el padre de ambos, Víctor de la Torre Romero, a manos del MRTA, cuando detentaba la presidencia de una importante cementera de Lima.
Son 15 capítulos que se enlazan como una dolorosa peregrinación desde el fatídico 11 de setiembre de 1990 en que se produce el rapto hasta la víspera de la Navidad de 1991, cuando de la Torre Romero es liberado tras largas negociaciones y el pago de una fuerte suma de dinero.
Las “chekas” aluden a esos centros de Madrid facultados para realizar detenciones, requisas y asesinatos durante la Guerra Civil española. Agreguemos la tortura psicológica impuesta a los secuestrados que, como el caso de Víctor de la Torre, consistió en privarlo del aseo durante 15 meses, proveerle una lata para sus necesidades fisiológicas, mantener prendida una luz todo el día en un confinamiento de 2.5 metros por 1.50.
Como cuenta su hijo, el secuestrado jamás recuperó su estado anímico anterior y, por el contrario, se agravó su salud hasta llevarlo a la muerte por insuficiencia cardiaca.
Hoy, muy seriamente y de manera estentórea, hago mío el grito: terrorismo, nunca más.
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