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Objetivismo moral

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Fecha Publicación: 14/06/2024 - 21:30
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En la filosofía griega antigua surgió la idea de que ciertos principios morales son verdaderos y válidos sin importar el tiempo, espacio, circunstancia. Esto es, que hay normas sobre lo que es correcto o incorrecto que se aplican a todos, sin importar las opiniones individuales, culturales, o sentimientos al respecto. Esto se denominó objetivismo moral.
Para ello, encontramos en la obra “Diálogos de Platón” a Sócrates que argumentaba que el bien y el mal no eran meras convenciones sociales, sino que existían en una realidad objetiva que podía ser conocida. Su discípulo Platón, en “La República” (circa 380 a.C.), presentó la Teoría de las Formas (entidades inmutables y eternas que existen en un plano ontológico o metafísico aparte del mundo empírico observable), donde las formas de Bien y Justicia son los ideales eternos e inmutables que los humanos debemos esforzarnos por comprender y emular. Aristóteles, en su “Ética a Nicómaco” (circa 340 a.C.), también defendió la existencia de virtudes objetivas que conducen a una vida plena, donde la ética se basa en la naturaleza humana y en la razón, y la felicidad es alcanzada viviendo una vida virtuosa.
Con ello encontramos que los principios morales son objetivos y no dependen de las creencias, sentimientos o deseos individuales. Su aceptación más extrema es el absolutismo moral, su contraposición es el relativismo moral, subjetivismo moral y, finalmente, el nihilismo, en donde todo se reduce a nada y nada tiene sentido.
Así, nos atrevemos a resumir estas posturas: (i) en el absolutismo existen principios éticos universales e inmutables que deben aplicarse en todas las situaciones sin excepción; (ii) en el objetivismo se cree en principios morales universales, pero se aceptan excepciones por circunstancias especiales; (iii) en el relativismo moral se argumenta que los principios morales son determinados por la cultura o el individuo, y lo correcto para unos puede no serlo para otros; (iv) en el subjetivismo se sostiene que las afirmaciones morales son expresiones de las preferencias personales, y (iv) en el nihilismo que niega la existencia de valores morales objetivos.
Como vemos el objetivismo moral es una postura nada extrema, cuya esencia fundamental radica en que hay hechos morales que son verdaderos independientemente de nuestras opiniones.
En la era moderna, esto fue defendido por Immanuel Kant quien en su “Crítica de la razón práctica” (1788), argumentó que la moralidad se basa en imperativos categóricos que son universales y necesarios, y es objetiva al derivarse de la razón pura.
Para muestra de ello tenemos los derechos fundamentales con que contamos. Ninguno es absoluto, todos tienen excepciones a razón de las circunstancias. Tal es el caso del derecho a la vida que es uno de los más difundidos, protegidos y respetados, donde quitar la vida a otro (léase, ser humano) es incorrecto, salvo que (acá se plasma el objetivismo) sea en razón de proteger la nuestra, entre otras circunstancias.
Recordemos, a modo de reflexión para nuestra realidad, lo que Mario Vargas Llosa nos deja en “La Fiesta del Chivo” (2000): “El poder absoluto es el máximo de la corrupción y, por tanto, la anulación de la moral”.
(*) Abogado, docente universitario, consultor legal

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