Odios infecundos
¿Por qué nos odiamos tanto? Recuérdese la beligerancia de los caudillos primigenios, la de conservadores y liberales en el siglo XIX, la del antipierolismo, del antiaprismo y de todos los “incendiados” de Basadre que sellaron nuestra tragedia nacional. En el Perú si no estás con Dios, estás con el diablo porque no hay punto neutro.
“Nos habíamos odiado tanto” suena al reverso de una película italiana de Ettore Scola, pero es la tragedia de ser peruanos y de no tolerar nuestras diferencias. La Independencia y la guerra con Chile destapó resentimientos que jugaron contra la victoria, muchos se sentían más españoles que nacionales. Perplejo San Martín por nuestras rencillas, tuvimos que esperar a Bolívar para que imponga la independencia a sangre y fuego. Durante la invasión chilena muchos vieron en Piérola el verdadero enemigo, más abominable aún que el que les estaba saqueando la patria con fusil.
“Odios intestinos” es una frase que leí de Enrique Chirinos Soto y que explica el espíritu cainita del Perú. ¿Por qué odia el que acusa la corrupción de unos y tolera la de otros? ¿Por qué odia el habitante andino a Lima si es desde Lima que ha engordado la transferencia de recursos, tanto en el arca como en el bolsillo del reyezuelo local? ¿No debería odiar al reyezuelo que lo defrauda y que le ejecuta menos de lo que le birla? Muchas de esas autoridades se llaman “antisistema” y nada hay en el Perú más “sistema” que la corrupción.
Se odian los amigos que votan diferente, ¿acaso eso no es una democracia? Igual se odia porque rige la intolerancia. Decimos que toleramos (por diplomacia), pero “tolerar” parece el odio controlado, la paz forzada (así es, Locke) como si nunca hubiera lugar para el amor que nace del sentimiento de patria. No hay nacionalidades, sino una sola Nación, que es el pacto tácito de ser y sentir juntos según Renan. Hay las ideologías del odio, las que contraponen clases, matices, sexos, orígenes, al amor que en esencia somos, porque subyace al “nosotros” el mestizaje espiritual. Si al ritmo del “Contigo Perú”, juntáramos a todos bajo una pantalla mientras la selección levanta la copa mundial, ¿qué sentiríamos? ¿No seríamos un abrazo vallejiano anegado, una fecundidad de sangres revueltas de orgullo?
La grandeza peruana reside en ser libres y ser uno bajo la maravilla de nuestro potencial. Que el extremismo y el odio no nos impida florecer.
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