Ojo, mucho ojo, con Bolivia
La grave crisis que sacude Bolivia, consecuencia de protestas ante denuncias de fraude electoral a favor del presidente Evo Morales, ha derivado en violencia, con muertos, heridos y destrucción material; una situación crítica que, de acrecentarse, podría desembocar en guerra civil. Si ello ocurriera, afectaría a Brasil, Chile, Paraguay y Perú, que compartimos con la nación altiplanica 7,777 kilómetros de frontera, de las cuales 1,047 kilómetros corresponden a nuestro país. El origen de esta crisis fue que Evo Morales lanzó su candidatura presidencial a una cuarta reelección -gobierna 14 años y desea hacerlo 5 años más- saltando a la garrocha una prohibición constitucional, y el resultado del referéndum rechazó que volviera a postular. Pero, como dice el refrán, “hecha la ley, hecha la trampa”; y la trampa fue que el líder cocalero consiguió autorización del Tribunal Constitucional -integrado por magistrados sumisos a su gobierno- para volver a postular, arguyendo que impedirlo violaba sus derechos humanos consagrado en la Carta de la OEA.
El Secretario General del organismo hemisférico, Luis Almagro, derivó ese torpe y risible argumento a la Comisión de Venecia, integrada por constitucionalistas y expertos electorales que asesoran al Consejo de Europa, que emitieron un categórico informe rechazando la resolución de los magistrados bolivianos. Almagro respaldó ese informe, pero al mes viajó a Bolivia para sostener lo contrario, es decir que Evo si podía candidatear, ante el silencio cómplice del Consejo Permanente de la OEA. Habilitado para una nueva reelección, Morales no sólo utilizó recursos del Estado en su campaña presidencial, sino que fue sindicado como responsable de un fraude en los comicios.
No sólo resultó inexplicable que el Tribunal Electoral -organismo vinculado al régimen- suspendiera 20 horas el recuento de votos, sino que un equipo de ingenieros especialistas en informática demostraron que dos mil actas consignan datos diferentes con los resultados, maniobra que hizo posible que el candidato oficialista superara el 10% de diferencia de sufragios con su competidor; ahora el ing. Edgard Villegas, responsable del informe, ha pedido asilo en la embajada de Gran Bretaña en su país. Por su lado, la empresa Ethical Hacking, contratada por el propio Tribunal Electoral para realizar un monitoreo y auditoría de las elecciones reveló ayer, en palabras de su director, Alvaro Andrade, que el proceso “esta viciado de nulidad, no porque lo digamos nosotros; eso lo puede decir cualquier empresa, incluso la OEA, que está realizando una auditoría”.
Es explicable, por tanto, la indignación del pueblo boliviano ante esa trampa en las urnas. Como es explicable, también, que el bloque chavista pretenda que continúe en el cargo porque Evo Morales es un mandatario incondicional a los regímenes de Caracas y de La Habana. Además, la estratégica ubicación geográfica de Bolivia permite que puede interferir políticamente en nuestros países, como hicieron a través de la llamada “Misión Milagro”, trasladando a La Paz y Cochabamba a cientos de peruanos para que los operen de cataratas oftalmólogos cubanos en el centro “Doctor Ernesto Che Guevara” y en otros locales. Bolivia, en consecuencia, es clave para los intereses políticos expansionistas del Socialismo del Siglo XXI y también para Rusia, potencia interesada en la explotación de yacimientos de litio, empleado en las aleaciones conductoras de calor y en baterías eléctricas, así como en la construcción de un proyecto nuclear y de un tren bioceánico.