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“Otra vuelta de tuerca”, de Henry James

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Fecha Publicación: 02/10/2024 - 21:20
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Se dice que los niños, a causa de su pureza e inocencia, se encuentran mucho más cercanos al mundo invisible, que pueden captar de una manera más nítida a los seres del mundo incorpóreo y espiritual, y que, incluso, pueden ser manipulados por estos seres, si es que los adultos no se percatan de esto a tiempo. A ello alude la tenebrosa novela corta “Otra vuelta de tuerca”, del genial escritor Henry James, quien, con su estilo elegante y oscuro, nos introduce de lleno en el imaginario victoriano que tantas historias románticas y de fantasmas ha inspirado.
El libro se inicia una noche de Navidad, en la que un grupo de amigos se reúne al amor de la lumbre, alrededor de la chimenea de una vieja residencia inglesa. El anfitrión, Douglas, relata entonces lo que describe como una historia de horror sin parangón que empieza con la lectura del manuscrito de una institutriz de veinte años a cargo de dos niños llamados Flora y Miles, de ocho y diez años respectivamente, ambos extraordinariamente hermosos y de un atractivo que despierta la sed de venganza de sus mediocres compañeros de escuela, en el caso del niño.
La joven institutriz considera un honor dedicarse al cuidado de tales criaturas, pues se encuentra perdidamente enamorada del tutor de los menores, un muchacho sibarita que adora a los chiquillos, pero que prefiere seguir dedicado a sus negocios y placeres. Sin embargo, la vetusta mansión familiar donde residen tanto la institutriz como sus pupilos es el escenario de extrañas apariciones (vestidas de negro, pálidas y terribles) que parecen tener cierta injerencia sobre los niños y que los obligan a burlar a su cuidadora para buscar parajes solitarios o habitaciones retiradas donde puedan acercarse a ellos.
Esta historia de fantasmas te quita el aliento, y la maestría del autor logra que quienes lo lean se vean inmersos en el ambiente enrarecido de la casa y, al mismo tiempo, se sientan atraídos por el par de pequeños y su personalidad, que posee diversas aristas: por un lado, conservan un barniz de inocencia que logra engañar a cuantos les rodean, pero, por otra parte, se trata de dos hermanitos taimados e inteligentísimos, mucho más que la mayoría de adultos, y con una belleza casi divina, que ha logrado seducir incluso a seres de otro mundo.
Estos espíritus, pertenecientes al antiguo ayuda de cámara (Peter Quint) y a la anterior institutriz (la señorita Jessel), han salvado incluso el vado de la muerte y continúan sobrecogidos por la perfección física de los muchachos e intentan ganarlos para su universo maléfico, donde reinan la ruindad y la liviandad.
El final es quizás el más sugerente y sorpresivo de la literatura clásica europea, pero esconde, en su aparente epifanía, un trasfondo retorcido que pocos lectores llegan a comprender.

Por Evelyn García Tirado

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