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Otros personajes en la pasión de Jesús

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Fecha Publicación: 29/03/2024 - 21:50
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Este domingo los católicos celebramos la Resurrección de Jesucristo. Hoy sábado es un día de espera y esperanza. San Pablo, preciso en el lenguaje y consistente en su mensaje, aseveró: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”.

Me gustaría entrar en diálogo con algunos personajes cuya actuación, por relevante, se encuentra inscrita en los días de la Pasión. Poncio Pilato, a la sazón gobernador romano de la provincia de Judea, contaba con el poder para definir la suerte que correría Jesús. Pilato estaba convencido de la inocencia del acusado, como los judíos de crucificarlo. Intentó un par de estrategias populistas para no condenarlo. Se asustó ante la insistencia de la turbamulta que leyó como una amenaza a perder los privilegios de su soberanía. Un gobernante sin convicciones, irreverente con la verdad, contemporizador y celoso guardián de sus prerrogativas, pisotea, sojuzga e invisibiliza a los inocentes y vulnerables.

Jesús abrazado a la cruz, asciende con lentitud al Gólgota. A ambas orillas del camino, las gentes gritaban, insultaban y pedían su muerte. ¿A qué se puede atribuir esa actitud airada, enérgica y de descontrol? Es muy probable que entre quienes vociferaban con inquina, se encuentren los que estuvieron presentes en los grandes milagros o hayan sido beneficiarios directos; asimismo, son los mismos que se quedaban admirados por la forma de hablar y el contenido de su doctrina. La coherencia en el comportamiento de las multitudes pasa por líderes comprometidos, educación en casa y en la escuela y fomentar la gratitud como valor nacional.

Jesús está extenuado, su paso se hace más lento y premioso. Los soldados tienen prisa por terminar, así que fuerzan a un hombre a cargar la Cruz. Simón de Cirene, que era su nombre, regresaba de una larga faena con ganas de estar con los suyos y descansar: de seguro que el requerimiento lo incomodó y sorprendió. El dolor y el sufrimiento –compañeros inevitables– aparecen de improviso. Simón no solamente pechó, sino que aceptó darle un sentido de ayuda. Además, advirtió la desproporción: Jesucristo cargaba con el mayor peso de la cruz.

osido en la Cruz, luego de haber sido sometido a todo tipo de sufrimiento físico, espiritual y moral, su porte, consumido por el dolor, mostraba un rostro desfigurado, con gotas de sangre que el sudor y las llagas impedían que cayeran. Humanamente vencido y humillado. Sin embargo, Dimas, un ladrón crucificado a su lado, se sintió impactado y movido por sus palabras y por su serena actitud que, silenciando al otro, se dirigió a Jesucristo diciéndole: “Acuérdate de mi cuando estés en tu reino”. La fe y la buena disposición son los grandes faros que iluminan a la realidad en todas sus dimensiones.

Las miradas hostiles y de fría indiferencia hicieron más agreste la entrega y la misión salvadora de Cristo. En esa jauría de miradas, la de su Madre fue un bálsamo de ternura y comprensión. María supo renunciar a su Hijo por los hombres, con su estar junto a la Cruz, sosegado, acogedor y amoroso, así lo demostró.

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