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Pagar por hacer

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Fecha Publicación: 22/04/2024 - 21:20
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Escribía Alfredo Bullard en una columna: “Así es la verdadera vocación. Hace inimaginable dejar de hacer lo que tanto nos gusta. Como alguna vez le escuché decir a Guido Calabresi, la mitad de la felicidad se obtiene dedicándote a hacer algo que pagarías por hacer; la otra mitad es encontrar a alguien con quien pasar el resto de tu vida”. Se refería al gran maestro César Delgado Barreto, pero bien podría aplicársele a él como a otros profesionales que aman lo que hacen.

Quizás ese “amar lo que haces” es lo que define el éxito. Se puede aplicar a profesionales, pero también a empresarios que asumieron el reto de emprender desde la nada, como los Quispe de Gamarra o como Jorge Añaños y Tania Alcázar, que hicieron de su empresa un emblema de heroicidad capitalista.

Ellos aprendieron de su experiencia ayacuchana y la emprendieron hasta ganar el mundo. David venció a Goliat, pero no fue el lucro, fue una misión. Adam Smith proponía una lógica económica distinta a la que traza en su teoría de los sentimientos morales, era el lucro egoísta o la empatía.

Una señal de que hay empresas y haceres que se hacen por pasión antes que por dinero o gloria es la épica de Añaños y Alcázar en República Dominicana. No eligieron poner una planta en una gran ciudad, sino en una provincia que, pese a algunas ventajas, era muy pobre y, con esas, decidieron servir a la gente y mejorar las condiciones del lugar, proveyendo energía, salud, servicios… todo de su propio dinero. La comunidad y la empresa se hicieron familia. Y es que hay quienes parecen asumir una misión, que en este caso es “dar empleo” y sembrar prosperidades; a contracorriente de la idea del rudo y rapaz capitalista de los cuentos de Dickens.
“Amar lo que haces” debe ser también el lema de los políticos porque involucra la misión de servir y de “servir en el permanente ánimo de servir haciendo” (bien decía LAS). Si el político ama lo que hace, entonces no roba ni miente…sirve como si fuera a dejarlo todo en la batalla, que es la filosofía con la que Bullard nos anima.

Pregunté a Enrique Bernales alguna vez si elegiría retornar al Parlamento (de volver el Senado) o ser profesor. “Ser profesor”, dijo, “porque hasta pagaría por hacerlo”, como tantos que deberían enseñar y tantos otros que deberían hacer política.

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