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País de promesas ferroviarias incumplidas

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Fecha Publicación: 27/08/2025 - 23:00
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La izquierda cleptómana busca eliminar la propuesta del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, para aprovechar la vía del único tren interprovincial que mantiene la capital, con el propósito de transportar a decenas de miles de trabajadores que, diariamente, sufren toda clase de miserias para llegar a —y salir de— sus centros de labores, desde y hacia sus hogares.
En muchos países, las vías férreas han sido reemplazadas por carreteras privadas, sujetas a peajes elevados. Los trenes no han desaparecido por lentos, viejos o inútiles, sino por baratos y eficientes; y porque unían los puntos de partida y de llegada sin necesidad de peajes. Al tren lo enterraron gobernantes como Toledo, Humala, Kuczynski, Vizcarra y toda aquella madriguera de delincuentes, ahora reunidos en esa cueva de ladrones llamada Barbadillo, quienes fungieron de tecnócratas siendo vulgares ladrones. En todas partes del mundo, menos en el Perú, el sistema ferroviario es el alma que transporta a la sociedad, conectando distritos con las zonas rurales, teniendo como pasajero a Juan Pueblo. Repetimos: en todas partes, menos en Perú.
Recordemos que el ferrocarril Lima–Ancón–Chancay–Huacho–Pativilca fue un ambicioso plan ferroviario construido entre los siglos XIX y XX, cuya ejecución completa nunca se concretó. El tramo Lima–Chancay fue concluido en diciembre de 1870; sin embargo, el tramo Ancón–Chancay fue destruido por las tropas chilenas, y muchos de sus componentes sepultados bajo la arena. Posteriormente, el tramo Lima–Ancón fue abandonado, tras construirse la carretera Lima–Ancón a mediados de los años cincuenta, desconociéndose si existe o no la línea férrea original cubierta por arena, o si esta ha sido canibalizada.
A lo largo del siglo XIX, los peruanos fuimos capaces de construir una auténtica proeza ferroviaria, como el tren Lima–La Oroya; o iniciativas integradoras como aquella que acabamos de señalar (el tren Lima–Ancón–Chancay–Huacho). Pero los proyectos ferroviarios generados durante todo el siglo XX han sido una cadena de promesas incumplidas, de cara a la integración territorial. Su ausencia se siente en las congestiones viales y el consecuente efecto negativo de la movilidad pública en los ciudadanos.
Ahora, el régimen Boluarte nos promete la construcción de un tren entre Lima y Barranca, como “parte de un plan de modernización del transporte en la costa”. Para ello, necesitaría reactivarse el tramo ferroviario Lima–Ancón, conectándolo a las líneas 2, 3 y 4 del Metro de Lima y Callao; lo que mejoraría la movilidad para millones de ciudadanos. El expediente técnico recién estaría concluido a fin de este año. Este proyecto no solo buscaría aliviar el tráfico en Lima Norte sino, asimismo, integrar a todos los polos industriales y logísticos del Norte Chico, como el que viene proyectándose construir, hace ya buen tiempo, en Ancón.
En el Perú, el ferrocarril ha sido una permanentemente incumplida promesa de integración territorial, cuyo engaño se siente cada vez más en la desconexión existente, tanto en Lima como entre la capital y todo el resto del país. Ojalá esta iniciativa no se sume a la larguísima cadena de falsas promesas ferroviarias.

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