Para el 2025 se reclama la paz en el mundo

El desconcierto, la desazón y la insatisfacción son las características que acompañan a las naciones, tanto en el funcionamiento de su estructura interna como en el marco de la comunidad internacional. Pues el mundo se desenvuelve en un hacer y deshacer instituciones que buscan satisfacer apetitos y aspiraciones personales, de grupo y, en lo externo, lograr que el poder hegemónico de algunas grandes potencias termine por fortalecer y asegurar su capacidad de control sobre los países que se encuentran en proceso de desarrollo. Todo lo cual evidencia que los factores de poder son los que predominan en la forma de cómo se toman las decisiones por parte de las autoridades en todos los niveles, incluyendo las que tienen en sus manos el manejo de los organismos subregionales, regionales e internacionales.
La proliferación de conflictos bélicos, el calentamiento global como consecuencia del cambio climático, el alto nivel de corrupción de las personas que integran los aparatos gubernamentales son, entre otros muchos, los factores que están carcomiendo las estructuras sociales, haciéndolas cada vez más débiles y expuestas a no avizorar un mañana mejor que les permita satisfacer sus necesidades y la realización de sus aspiraciones individuales.
Razón por la cual, el papa Francisco, en su último mensaje en la Plaza de San Pedro del Vaticano en su discurso urbi et orbi (“a la ciudad y al mundo”), motivó a “todos los pueblos de todas las naciones” a buscar el valor “para silenciar el sonido de las armas y superar las divisiones”. Pues, efectivamente, si las “armas se silencian”, la paz sería la fuente de inspiración del comportamiento y la conducta de los gobernantes que tienen en sus manos el control de la comunidad de naciones, dando lugar a que su cambio de actitud se reoriente a la defensa de la persona humana, en lugar de hacer primar el elemento geopolítico, al cual se le agrega el elemento religioso, ideológico, político y económico.
Si los miles de millones de dólares se utilizaran en implementar mejores condiciones de vida, en búsqueda del bienestar general de todos los pueblos del mundo, en lugar de invertirlos en la fabricación de artefactos bélicos que atentan contra el ecopacifismo, el mundo sería distinto al que hoy conocemos. Si la economía es la que mueve el mundo, hay que dejarla actuar, pero sin crear o fomentar niveles de dependencia entre los países, ni menos usarla como instrumento de control político; pues ello significaría encontrar una justificación para permitir el intervencionismo, el cual, lamentablemente, continúa siendo un elemento letal que atenta contra la libre determinación de los pueblos.
Hay que dejar que los propios pueblos sean los que señalen el camino a seguir, donde la democracia, como medio para la toma de decisiones, es el instrumento que se debe de utilizar. Pero en el entendido de que la democracia no se impone por la presión económica o política, ni menos por la fuerza de las armas, sino como consecuencia de la acción social. Pues la “democracia” que aparece en la norma constitucional, y que se aplica por presión o amenazas, no es duradera; “se conserva aparentemente” mientras se mantiene la amenaza, convirtiéndose en una “democracia de papel”.
Para que la paz sea el objetivo de una sociedad o de la sociedad de naciones, es necesario que ambas funcionen de una manera tal en que la democracia sea el sistema que las desarrolle. En consecuencia, así como se reclama que los países, en lo interno, deben hacer respetar el deseo de sus ciudadanos cuando se tenga que tomar decisiones; en el mismo sentido, en lo externo, si cada país constituye parte de la sociedad internacional, hay que respetar la decisión de cada uno de ellos para tomar decisiones que afecten a todo el orbe.
Si conseguimos que las actuales autoridades nacionales e internacionales cambien de parecer y se comporten como lo estamos proponiendo, podremos ver el 2025 con mejores y mayores esperanzas.

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