Para las Naciones Unidas la vida no vale nada
Las últimas noticias internacionales que se están conociendo nos dicen que los países europeos se están desvinculando de los Estados Unidos respecto a la producción de armamentos bélicos, con la finalidad de promover la no dependencia de la gran potencia y recuperar autonomía para decidir en qué casos y lugares —donde se están produciendo conflictos armados— van a tener presencia.
Según cálculos de los analistas especializados, se tiene proyectado que el gasto en la fabricación de nuevos y más sofisticados instrumentos bélicos que produzcan las grandes potencias podría llegar a los 3 billones de dólares. Cantidad esta que es el resultado de continuar interesados en no perder la posibilidad de seguir manejando las relaciones internacionales.
El 24 de octubre de 1945 se creó la ONU (Organización de las Naciones Unidas), con la finalidad de evitar conflictos internacionales, así como para promover la cooperación entre las naciones, como consecuencia de los desastres derivados de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, orgánicamente, todos los pueblos del mundo cuentan con una institución internacional que, en principio, debe orientar su actuación hacia la búsqueda de poner coto a todos aquellos enfrentamientos bélicos donde las más perjudicadas son las poblaciones que, sin comprender las razones que motivan las guerras, ven peligrar su vida y su bienestar.
De acuerdo con ello, nos preguntamos: ¿qué está haciendo las Naciones Unidas para evitar que continúe la guerra entre Rusia y Ucrania, que ya tiene más de tres años sin posibilidades de que se ponga punto final y se recupere la paz? Y, por otro lado, ¿el inhumano proceder del primer ministro israelí que, con el afán de mantener legitimidad ante su pueblo, continúa actuando sin medir las consecuencias que, hasta hoy, le viene costando a la nación palestina más de 50,000 muertes?
La respuesta, lamentablemente, es obvia: nada o casi nada. Pues la forma cómo se dirige el más importante organismo internacional, donde existe un Consejo de Seguridad (compuesto por quince Estados Miembros), que es el que toma las más importantes decisiones —incluyendo hasta la elaboración de la agenda de su Asamblea General— y la capacidad de veto que tienen cinco de ellos, en su condición de Miembros Permanentes, nos permite concluir que de Estados Unidos, China, Federación de Rusia, Francia y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte depende la paz mundial y la convivencia pacífica internacionales.
En consecuencia, si de 193 países que integran la ONU, cinco de ellos son los que deciden cómo se orientan las decisiones para el cumplimiento de lo establecido en la Carta de las Naciones Unidas, todos los pueblos del orbe estamos condenados a seguir observando, impotentes, lo que viene aconteciendo en muchos lugares del mundo, donde niños y jóvenes se mueren de hambre y las condiciones de vida son, por el contrario, de sobrevivencia; mientras se sigue gastando en la producción de artefactos bélicos, cuyo dinero podría servir —y sobrar— para satisfacer a tanta gente necesitada, que se le extienda la mano y que la haga sentir que la “humanidad existe”.
Da la impresión de que, cada día, las autoridades que dirigen este gran organismo internacional se vienen “deshumanizando”; pues no encontramos otra explicación del porqué vienen actuando como lo vienen haciendo hasta hoy.
Si de los 193 Estados Miembros de la ONU restamos los cinco Permanentes, hay que presionar a los otros 185, que son la gran mayoría, a exigir que el mundo gire en un sentido distinto al que lo viene haciendo hasta estos momentos, y deje de girar en función, única y exclusivamente, como lo quieren los grandes Estados.
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