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Paradojas de la democracia debilitada

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Fecha Publicación: 21/04/2025 - 22:10
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La democracia como sistema guarda interesantes paradojas, como el darle igual valor al voto de una persona que no trabaja ni estudia, que al de un emprendedor que lucha contra la burocracia y la delincuencia para operar su bodega. El principio de Locke adjudica igual necesidad de representación en los espacios de decisión a todos sin distinción, pero en los países donde abundan los improductivos, el elegir al gobernante se transforma en una peligrosa lotería, pues la falta de responsabilidad y adecuada percepción de la realidad suele entregar el poder de la comunidad política a quienes pueden promover candidatos de carnada, vacíos de contenido pero dispuestos a cumplir la agenda de sus dueños, elevados desde su mediocridad por expertos en marketing con sutiles campañas en medios de comunicación, convenientemente financiadas por grupos de poder no democráticos; los que, apelando a emociones primarias, conducen a los electores menos informados a votar en contra de sus propios intereses y tendencias. El proceso electoral cumple con crear la imagen de que el electorado ha decidido, cuando en realidad ha sido manipulado.
La mayoría de individuos que integran una sociedad no tiene idea de lo que sucede más allá de su pequeño espacio de actividad diaria; todo lo que se conoce proviene de la información que ofrecen empresas que dirigen diversos medios periodísticos, a las que no les podemos pedir imparcialidad, pero sí objetividad y transparencia, con la esperanza de que cada ciudadano forme libremente su opinión comparando las versiones y matices; pero, como la sobrevivencia diaria exige trabajo y la familia atención, esa mayoría de electores no tiene ganas ni tiempo para formarse un criterio fundamentado de las cosas que más relevancia tienen para su futuro. A eso se suma la profunda desconfianza del ciudadano hacia la política, por culpa de los aventureros que la han dominado en las últimas décadas.
En el siglo XX, los partidos políticos servían de filtro entre el Estado y el individuo, y a la vez conducían la opinión de su masa de simpatizantes. En el presente siglo, con partidos políticos severamente debilitados por sucesivas reformas, predominan las agrupaciones políticas temporales, carentes de organización, de doctrina y de programa, pues su única preocupación es acompañar al candidato-caudillo de ocasión, otorgándole un mínimo apoyo, la necesaria maquinaria de propaganda y de personeros, sin más compromiso que el dinero o el interés inmediato. Qué frustración sentirían los políticos que concibieron y lucharon por un Perú grande, desde liberales como Javier Luna Pizarro, Hipólito Unanue y los hermanos Gálvez; o conservadores como Bartolomé Herrera, José de la Riva Agüero y Víctor Andrés Belaúnde, si observaran la vergonzosa situación política actual.

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