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Partidocracias

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Fecha Publicación: 23/09/2024 - 20:00
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El término “partido” nos remite a las facciones del Sacro Imperio Romano Germánico. Los güelfos, de la casa de Baviera y los gibelinos, de los Hohenstaufen. Papistas y antipapistas. Polaridad hoy traducida como izquierda y derecha. Etiquetas.
La historia de los partidos en el Perú es un laberinto de ambiciones, traiciones y oportunismos. Han demostrado ser más engranajes de clientelismo que fábricas de soluciones. La ley los define como instrumentos de participación, pero la realidad los marca como vehículos electorales. Lo que hace la diferencia es tener o no una doctrina o una buena intención.
La fragmentación y la falta de arraigo ideológico son características del sistema político peruano. Los partidos, salvo algunos, cambian de nombre, de ideología y hasta de líderes con una facilidad pasmosa. Es inaceptable que postules con Renovación Popular para terminar aliado de Perú Libre. No se puede llegar de Pérez de Cuéllar con UPP a tornar en una bancada antaurista, y con las mismas siglas. Los partidos se alquilan como se alquilan las conciencias. La lealtad partidaria solo atañe a los que se sienten llamados, cual Juana de Arco, a una sublime misión, pero ocurre lo contrario: entran diez partidos, esto es, diez bancadas que serán veinte al final. Se entra con Luna o Acuña para saltar del barco o se hace enroque con Bermejo.
Cambalache. A decir verdad, ya de por sí, vergüenza ajena dan los que se aúpan en un partido empresa, sin doctrina, sin propuestas y solo por “arrechura” de vigencia y poder; vergüenza los que se embarcan en partidos que usan la democracia para destruirla.
Ahora que los ciudadanos se sienten desencantados de la política, no es que crezca el desinterés; crece el hartazgo, la rabia y el rechazo, especialmente en las alturas, donde la izquierda ha sabido canalizar el descontento dirigiéndolo contra Lima, el capitalismo, la raza, el Congreso, los partidos, los ricos, la república, el virreinato, Pizarro...
Sin embargo, para ser antisistema no se tiene que ser de izquierda. Ella, como mercantilismo, paternalismo e hiperregulación, nos ha gobernado siempre. Para ser antisistema hay que ser liberal, escuchar a los pueblos y ser empático, convencerlos de las ventajas de la libertad para alejarlos del odio incubado por esos que siempre han parasitado de la pobreza.
Es imperativo hacer del sentido común un método liberal de gobernar y construir por fin una Nación peruana: esa vieja y postergada urgencia por decir “nosotros”.

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