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Patrañas que desgastan la fe

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Fecha Publicación: 03/10/2025 - 20:40
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El 1 de octubre, en conmemoración del Día del Periodista en la Municipalidad de Lima, el comunicador paraguayo Benjamín Fernández Bogado ofreció una metáfora poderosa: así como un médico examina la lengua para diagnosticar a su paciente, la salud de una democracia se refleja en el estado de su lenguaje. Este mensaje, lejos de ser retórico, resonó en abril de 2024, cuando la presidenta Boluarte desestimó como “patrañas” las revelaciones sobre los relojes Rolex, para luego afirmar que eran “préstamos” ya devueltos. Estos giros discursivos evidencian una falta de coherencia y erosionan la confianza de una ciudadanía cada vez más escéptica de sus autoridades. Más del 90 % de los peruanos desconfía del Congreso y de los partidos políticos, mientras el Ejecutivo cayó del 44 % en 2019 al 10 % de aprobación en 2024. El deterioro del lenguaje convierte la palabra de puente a arma.
Fernández Bogado advirtió que el lenguaje puede polarizar cuando se usa para construir barreras. Un ejemplo ocurrió en marzo de 2025, cuando el Congreso peruano aprobó en primera votación una ley que incrementa las penas por difamación hasta cinco años, utilizando conceptos ambiguos como la “violación de la intimidad personal”. Reporteros Sin Fronteras señaló que, en este contexto, el país registró 392 ataques contra periodistas en 2024 y comenzó 2025 con los asesinatos de Gastón Medina y Raúl Celis. Meses después, altos funcionarios recurrieron al derecho de defensa como instrumento de intimidación. El exministro del Interior, Víctor Torres Falcón, denunció penalmente a periodistas y condicionó el retiro de la acusación a una disculpa pública, mientras que Alejandro Soto, presidente del Congreso en ese entonces, demandó por difamación a reporteros y restringió su acceso al hemiciclo. En lugar de propiciar el diálogo y rendir cuentas, las autoridades optaron por la confrontación.
El agravio verbal también se ha trasladado al ámbito digital, donde los algoritmos refuerzan la polarización y una falsa sensación de autenticidad. Según el Pew Research Center, en 2024 casi la mitad de los adultos estadounidenses se informaba a través de redes sociales, donde la desinformación es rampante. La generación Z consume noticias principalmente por TikTok o X (antes Twitter), plataformas saturadas de voces sin verificación. Esto ha generado un debate público contaminado de rumores, activismo informativo y eslóganes que idiotizan a las personas y erosionan la verdad.
Frente a los ataques, la censura y la desinformación, la solución no pasa por imponer más restricciones, sino por revalorar la palabra. El Código de Ética del Colegio de Periodistas del Perú destaca la importancia de ejercer el periodismo con honor, buscando la verdad y respetando la dignidad humana. Esto exige rigor profesional: verificar datos, corregir errores con transparencia y proveer contexto en lugar de frases vacías. Se requiere un liderazgo que dialogue, escuche, argumente con evidencia y utilice las redes como herramientas educativas, como sugirió Fernández Bogado.
El Estado debe repensar leyes que coartan la libertad de expresión, promover mecanismos de control civil y fortalecer la alfabetización mediática. El Jurado Nacional de Elecciones deberá fomentar una participación informada de cara a las elecciones de 2026. Pero esto solo será posible con un compromiso auténtico por parte de las autoridades y los medios de comunicación.
Fernández Bogado nos recuerda que “de la salud del cuerpo habla la lengua”. Si el lenguaje se degrada, refleja un cuerpo social enfermo. Frente a la mentira y la ofensa, urge una ética de la palabra que recupere la verdad, la transparencia y la responsabilidad.

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