«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo»
Queridos hermanos
Estamos en el último día de esta cincuentena Pascual, que es la celebración del día de Pentecostés. Son cincuenta días donde se recogen frutos, los frutos de la Pascua. Dice el libro de los Hechos de los Apóstoles que estaban reunidos el día de Pentecostés y se escuchó un ruido, entró una ráfaga de viento impetuoso que llenó la casa en la que se encontraba. Este viento impetuoso, este “ruakh”, como se dice en hebreo, es el Espíritu Santo. Se aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, se posaron sobre cada uno de ellos y quedaron llenos del Espíritu Santo. ¿Esto qué es? Estos signos hacen presente el Sinaí, la primera alianza que también hace presente el Horeb, donde estuvo Elías. Es el fuego que mueve las puertas, que mueve tu corazón, que mueve mi corazón también. Y dice que cada uno entendió. Al oír quedaron estupefactos porque escucharon hablar en su lengua de origen. ¿Esto que implica? Implica una cosa importante, que Dios nos habla en un lenguaje nuevo, y este lenguaje nuevo, este idioma nuevo, es el amor que rompe las murallas, rompe los cercos, rompe nuestro egoísmo. Dios es el que ha creado al hombre para vivir en comunión, en esta alianza que hace presente en el Sinaí con 10 Palabras, que es lo mismo que hizo con Elías en el Horeb. Esta alianza es: serás fuerte en Dios si pones en práctica esta Palabra, serás feliz. Bien hermanos, otro día hablaremos de lo que está pasando con el incremento de suicidios. Esto pasa cuando no se da este encuentro con la Palabra.
Por eso la Segunda Palabra que nos da la Iglesia es de San Pablo a los Corintios donde dice que “Jesús es el Señor”. Todo aquel que invoque este nombre experimentara este Espíritu de Jesús de Nazaret. Y dice que apareció una diversidad de ministerios fruto de este espíritu: el servicio al hombre, el servicio de acólito, de visitar a los pobres, a los abandonados. Todo es obra de un cuerpo, que es la Iglesia. Por eso, aunque tiene muchos miembros, es un cuerpo. Esta unión, esta fusión nuclear, que dice Benedicto XVI, es la Iglesia. ¿Por qué? Porque están unidos a una misma cabeza, que es Jesús de Nazaret.
Por eso el Evangelio, que es de San Juan, dice que, estando los discípulos en una casa, estando las puertas cerradas por miedo a los judíos, aparece Jesús. Y ¿qué les dice? “Paz a vosotros”. Las palabras del Señor no es solamente un saludo, sino que Él ha creado la paz con su sangre, crucificado en la cruz, dando su espíritu. Por eso, hermanos, dice que les mostró las manos y el costado, es decir, dio signos y señales de que es verdad, que es auténtico, que lo pueden ver con los ojos, no solamente con el oído. Y les dice cuando les da este Espíritu: “Como el Padre me envió, también yo os envío, recibid el Espíritu Santo”. Recibid el Espíritu de Cristo, que es vida y da en la cruz. Y les da un mandato: A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados, y a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Muy importante lo que es el perdón, sin él no nos podemos hablar, aparecen cercos, aparecen murallas, y no nos podemos hablar porque no nos perdonamos. Y ¿a qué nos lleva? A la infelicidad, al juicio, a creernos mejores que los demás, que es como pasó también Babel, querían ser famosos y querer llegar al cielo por nuestras fuerzas, porque nos hemos convertido a otros dioses. Esto es lo que destruye Jesús, porque es falso, son cimientos débiles que se caen, que es lo que se está viendo en la sociedad de hoy. Por eso, hermanos, pidamos este “ruakh”, este Espíritu Santo. Dice un Padre de la Iglesia, Isaac de Nínive, un padre oriental: “No hay peor pecado que no creer en la resurrección de Jesucristo”. Hermano, haz la prueba, invoca este nombre y experimentarás el poder de lo que significa “Jesús es el Señor”. Porque Jesucristo está resucitado, por eso que la paz de Jesucristo resucitado esté en vuestra casa, en tu corazón y te dejes mover por esta persona, por este Espíritu que mueve montañas y mueve lo imposible.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con todos vosotros, recen también por mí para que ponga en práctica también esta palabra.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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