Pedido respondido
Le gustaría venir a casa para ver mis dibujos, si le es posible. Preguntó el señor con quien comentaba un cuadro en exposición. Por supuesto iré. Deme la dirección. Fijamos día y hora. De acuerdo, lo esperaré. Como de costumbre llegué puntual, me recibió con grata cordialidad, después de los saludos pasamos a la sala. Me señaló el sillón tapizado en azul marino. Me senté.
Al costado en una mesita varios cuadernos. Eran los de hojas cuadriculadas y rayadas en que aprovecha las que quedan libres de sus anotaciones cotidianas de tareas, encargos, fragmentos de poemas, boletas, comprobantes de pagos y comisiones, para hacer sus dibujos con tinta seca negra y azul de lapiceros que como los cuadernos compra en El Emporio, la bodega de la esquina.
Me alcanza el primer cuaderno, pocos dibujitos, me dieron curiosidad los recortes de diarios y revistas con noticias de terremotos. Tengo pavor a los temblores, confiesa y ofrece café que acepto. Empiezo a pasar hojas en otro buscando los dibujos. Pronto encuentro unas escenas al aire libre con leves sugerencias de paisaje, variados animales, personajes con detalles de joyería y trajes antiguos. Ve que me detengo en el que he publicado.
Por esa calma al hablar con su voz medio ronca pareciera que nunca terminará lo que empezó diciendo después de un doble carraspeo, hay un poco de fantasía en mis dibujos de personas, animales y vegetación. No dice más porque tercio con muchísimo más que un poco. Sonrió. Pasó al tema de su familia con raíces ayacuchanas y a su abuela iqueña que de muy niño le despertó el gusto por el dibujo regalándole cuadernos Raphael y las cajitas con seis lapicitos de color. Ya no uso lápices y color sólo en unos toques verdes y rojos cuando hago algunas plantas.Veo otros cuadernos en los que pequeños rostros son tema que se repite.
Se levantó ofreciéndome más café que acepto. Regresa con la taza humeando y galletas de vainilla. Cuidado que quema, es buen aviso, quemaba. La conversación va ahora a su breve paso por la Facultad de Letras de la Católica y su trabajo como vendedor de cocinas. Ya tengo veintidós años en el ramo. Tiene orgullo en el tono.
Regreso al dibujo publicado, sin carraspeo y más rápido, entre pregunta y convencido suelta, qué le parece, éste le ha gustado. Sí, me gusta. Nuevamente rápido y sin carraspeo, lo publicaría en su página. No tenga ni asomo de duda, lo publicaré. El lunes lo verá en EXPRESO. Los ojos le chispean tras los anteojos. Me da un palmazo en el brazo y con una alegría de niño me regala un sonoro gracias, estaré atento. Ya debe haber comprado y leído la Crónica.
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