Pensar en los que vienen detrás
Por Edistio Cámere
En la película “El Patriota”, Gabriel, hijo de Benjamín Martin encarnado por Mel Gibson –director de la película– encuentra la bandera americana, descosida, ajada y sucia. La recoge y la guarda en su morral. Aprovecha sus momentos de descanso para repasarla con aguja e hilo para darle larga vida a tan importante símbolo patrio. Cuando Gabriel muere, su padre, desanimado y triste por su ausencia, decide claudicar del ideal de la lucha por la independencia.
Pero se encuentra con la bandera que su hijo había refaccionado dándole un toque personal: era el símbolo de un sueño, de un ideal: la libertad. El padre comprende, la enarbola y marcha a poner el hombro dentro del ejército nacional. Sin ese encuentro con el pabellón que hablaba por su hijo, no hubiese logrado hacer historia en su país.
En estos cien días de la proclamación de Castillo como presidente hemos visto, entre consternados y desconcertados, cómo se cierne una sombra sobre la constitución, sobre los valores de la peruanidad, del estado de derecho y del respeto por las libertades de la persona.
En cambio, se destaca –como estrategias políticas– el agudizar las contradicciones, el enfrentamiento entre peruanos, la primacía de la ideología sobre la realidad y la sensación de un desgobierno ¿adrede? por falta de idoneidad profesional.
La proximidad del pasado reciente (tres décadas) dificulta estructurar un análisis histórico objetivo que permita comprender la génesis, las acciones y omisiones que han acompañado la instalación de un régimen comunista. Lo cierto es que su presencia plantea dos tareas de simultánea atención.
La primera es de corto plazo en sus resultados ¿dejaremos que una administración autoritaria, ideologizada y sin proyecto país, termine con nuestra república peruana, mestiza, occidental y libre? La segunda tarea es responder a una legítima interpelación. ¿Qué queremos dejar a los que vienen detrás, a las nuevas generaciones? No postulo que la respuesta sea uniforme, al unísono y digitada desde una sola agrupación política. Aquella tiene que emitirse en el marco de una constitución que respete los derechos y deberes fundamentales de las personas.
El efecto de la aludida interpelación es sociopolítico, pero su origen y fuerza está en los líderes de las familias, de las escuelas, universidades, empresas, colegios profesionales… etc.
Ahora bien, ¿qué legar a las nuevas generaciones? En primer lugar, una sociedad articulada con sólidas asociaciones intermedias que remedien la desproporción que actualmente existe en las relaciones entre el estado y el ciudadano.
Instituciones intermedias fuertes defienden de los excesos de la administración gubernamental y de los grupos de poder que, coludidos con aquella, impiden el desarrollo de la sociedad. En segundo lugar, recuperar la cultura.
Un claro mensaje que exime de comentarios ha sido que el aforo –distanciamiento– que con mayor rigor y tenacidad se ha mantenido ha sido en los centros de estudios y en los templos. En tercer lugar, trasmitir un optimismo realista que no es ingenuidad ni indiferencia. Es mirar y aceptar al Perú sin el prisma de las contradicciones.
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