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Perdiendo el tren de la historia

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Fecha Publicación: 10/04/2019 - 22:15
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Va consolidándose el panorama. El gobierno sigue cada día más concentrado en la pequeñez de las cosas, en vez de asumir de una vez por todas su verdadero rol como administrador del Estado. Van dos años y casi nueve meses desde que Pedro Pablo Kuczynski asumió en forma brevísima la presidencia del Perú, y algo más de un año desde que Martín Vizcarra heredara el cargo tras la renuncia de su predecesor. Y el Perú no sólo no ha avanzado un ápice -después del su meteórico crecimiento durante el período 2001-2011, y el estancamiento que produjo la llegada a palacio de la parejita Humala- sino que inclusive hemos retrocedido en proporciones peligrosas. Cómo por ejemplo, en el aumento de la pobreza que tanto esfuerzo y perseverancia le costó a nuestra sociedad. Y este atentado no es producto del azar. Es, fundamentalmente, clara consecuencia de aquella medianía de la gestión Kuczynski-Vizcarra. El primero de ellos enredado en escándalos en torno al affaire Lava Jato, y el segundo intentando distanciarse de quien lo antecedió en el cargo haciéndonos creer que enarbola la banderola en la batalla contra la corrupción. De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, dice el aforismo. Pero la realidad siempre es distínta. El mundo no permite yerros, necedades y menos mentiras. Perú no sólo se ha atascado en el marasmo de la nadería -adonde lo ha conducido el régimen Kuczynski-Vizcarra, especializado en fabricar humo para engañar a la población- sino que la tontería innata que acarrea este régimen lo ha llevado a perder esa fortaleza que le permitiera crecer durante década y media a un promedio superior al 6% anual -con picos de 8 %-, además de desprenderse de aquella aureola de país floreciente, emprendedor, confiable y entusiasta que nos permitiera atraer centenares de miles de millones de dólares de inversión privada para desarrollar el enorme potencial productivo en todo el territorio nacional. Durante ese lapso el Perú creció como nunca antes en su historia. Y esa stamina -un activo intrínseco reconocido mundialmente en los ámbitos empresarial y político- la estamos perdiendo a pasos agigantados por culpa de gobernantes como Kuczynski y Vizcarra, debido a su improvisación, insignificancia y banalidad. Hemos descuidado nuestro liderazgo como nación minera, siendo la minería el principalísimo recurso del que nos dotara la naturaleza tras independiarse los territorios de este continente. La gran minería opera en todos los países donde sus regiones gozan de privilegios similares al nuestro. Sin embargo, mientras otros estados tienen autoridades evidentemente preparadas para dirigirlos apelando a legislaciones inteligentes que les permiten acotar los daños que genera toda explotación minera, acá tras la rendición de Kuczynski-Vizcarra ante la izquierda -recordemos que ésta se opone al progreso porque sólo sobrevive allí donde la gente vive en la miseria; de manera que necesita que agudizarla impidiendo el progreso para seguir teniendo presencia política- acá seguimos echando por la borda el futuro de nuestro patrimonio territorial: la minería. El infamante desmanejo de proyectos como Las Bambas, Tía María, Conga, Quellaveco etc. lo comprueba.

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