Permiso para nacer
Raphael Samuel, de 27 años, forma parte de Child Free India (India sin Niños), un movimiento que promueve el antinatalismo. Raphael ha anunciado que demandará en los tribunales a sus padres por procrearlo.
No es hijo de la pobreza en un país en donde esta alcanza niveles epidémicos. Su familia es de la clase media de Bombay, la capital financiera de la India que posee, quién lo diría, armas nucleares. Mi hogar es “cariñoso” como él mismo lo califica. Sin embargo, preferiría no haber nacido nunca.
En su poema Buenos Aires, Borges pone en boca de Julio César Davove, una frase terrible: “Es una esquina de la calle Perú, en la que él me dijo que el peor pecado que puede cometer un hombre es engendrar un hijo y sentenciarlo a esta vida espantosa.”
Enigmático pero totalmente cuerdo, Raphael Samuel dice que habló con sus padres y les dijo que traerlo al mundo fue un gran error. “Comencé a darme cuenta cuando tenía unos cinco años, pero me convertí en un antinatalista firme a los 20. Siento que el planeta se está destruyendo. En general, vivo feliz, pero la vida me parece inútil”, señala.
Tal vez una de las frases más características de Jean Paul Sartre, el gran filósofo francés y premio nobel de Literatura de quien se dijo, creo que con razón, que era “la conciencia de Occidente”, es: “La vida es una pasión inútil”. “No me arrepiento de vivir, pero preferiría no haber nacido”, dice Raphael. ¿No es acaso lo mismo?”
Bangalore será la ciudad meridional en donde este grupo tendrá su primera reunión. Alrededor de 200 antinatalistas se reunirán allí. “Éramos un grupo pequeño hasta hace seis meses, cuando las personas comenzaron a reunirse en varias ciudades y el número aumentó exponencialmente, hemos comenzado a comunicarnos y ésta será nuestra primera reunión nacional”, indicó.
Julián Marías dijo que el amor es el gran argumento de la vida. Y lo es al extremo de que el gran pesimista radical, Arthur Schopenhauer, escribió: “El amor es la compensación de la muerte, su correlativo esencial”.
Los hijos no son solo la perpetuación de la especie, sino la celebración cotidiana y ubicua del amor en cualquier tiempo y en cualquier lugar. Cierto es que la realidad nos estrella, a veces, con el también cotidiano contraste de hijos no deseados, padres maltratadores y violentos capaces de las más inauditas atrocidades, familias que son como una granada a la que sólo le falta sacarle la espoleta,
Es verdad que nadie da permiso para nacer, pero la persona condenada a ser libre tiene permiso siempre para vivir. Podrá ser la vida una pasión sin sentido y la muerte -como escribiera Ginsberg- el remedio con el que sueñan todos los cantantes, pero aun así, el amor, todo amor, es su compensación, su correlativo esencial, su crisantemo.