¡Perseveremos en la vacancia!
La miopía, torpeza, estupidez o como quiera llamársele a esa actitud taciturna, aparte de ridícula que caracteriza a muchos peruanos contemporáneos, es algo que no calza con la genética nacional de hace medio siglo. Atrás quedó esa brillantez, esa astucia y perspicacia de nuestra ciudadanía, acostumbrada a una calidad de gobernantes muy por encima del adefesio que hemos visto en la última década. Partida de políticamente vanidosos, improvisados, proto corruptos –Humala, Kuczynski, su partenaire Vizcarra, su heredero Sagasti; menos Merino el breve- quienes gobernaron para ellos, no para el pueblo, conduciendo al país a implosionar social, política, anímica, económicamente a niveles de veras delirantes, consecuentemente entregándonos a este esperpéntico gobierno de Castillo.
La revolución velasquista de finales de los sesenta y de toda la década de los setenta tiene mucho que ver en este drama. Más bien, en esta tragedia nacional. El socialismo importado de Cuba por la mafia militar que ideó, elaboró y ejecutó el letal Plan Inka, tuvo el mismo propósito que el plan de gobierno castro-chavista preparado por Cerrón y su asociación ilícita para gobernar (asaltar) Junín. Es decir, convertir al Perú en una república comunista para adoctrinar al peruano hacia una sociedad del rebaño presta a someterse al dictado de la nomenklatura gobernante. Ocurre que en los últimos años de la década anterior, los peruanos ya comprendíamos las bondades de la democracia y saboreamos el éxito que genera una administración estatal enfocada a consolidar un Estado eficiente y presupuestalmente responsable. ¡Jamás a despilfarrar los recursos públicos en subsidios! Un vicio que sólo sirve para someter al ciudadano al ucase del Estado patrón, que imponen los izquierdistas como perverso mecanismo de control de daños. Costó dos décadas que el nuevo peruano aprenda esa lección. Pero finalmente se consiguió. El problema es que los políticos no quisieron asimilar esa transformación generacional, y continuaron tratando al pueblo apelando a los mismos vicios y bajo el mismo criterio de ineficiencias, corruptelas y resentimiento social que tanto daño nos produjo la “revolución velasquista”. En realidad, a la camorra politiquera no le convenía cambiar la clásica receta desaprensiva, trapichera, ineficiente de su estilo de gobierno.
¡El único freno que aún sienten los socialistas criollos para consolidarse eternamente en el poder es la Constitución del 93! Por ello perseveran en convocar a una asamblea constituyente. Necesitan imponer su objetivo electoral: que el Perú ingrese a la órbita comunista. Ahí estriba su desesperación por sustituir la Carta de 1993, por otra hecha al estilo de las de Cuba o Venezuela. Por eso, también, su estrategia no es otra que implantar la ruina socioeconómica como fulminante para que estalle la revolución de la miseria, que nos conducirá a la órbita comunista. En adelante, los únicos beneficiados serían los jerarcas rojos que, como ocurre con los castristas y chavistas, ellos y toda su descendencia pasarán a vivir como magnates con el dinero suyo, amable lector.
Sólo sobreviviremos en la medida que, apelando a la Carta Magna vigente, vaquemos del poder al cada día más corrupto, inepto y corrosivo régimen Castillo.
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