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Perú: la catedral de la corrupción

Fecha Publicación: 28/01/2019 - 22:30
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Desde hace tiempo flota en las mentes locales y extranjeras la sensación de que el Perú pronto entrará al rango de narcoestado. El hecho de disputar cada año la hegemonía planetaria como primer productor/exportador de clorhidrato de cocaína, sumado a arrastrar una clase política impresentable y una depresiva ineducación que devasta a demasiadas generaciones –resultado justamente de aquella pervertida clase dirigente– desbroza de hecho el camino para ir convirtiéndonos en un Estado regido por carteles globales del narcotráfico. A esto nos encaminamos lamentablemente. Que no le quepa la menor duda, amable lector.

Lo que no estaba en el radar era que, en el ínterin, previamente pasáramos a ser la catedral de aquel otro mega cartel universalizado: el de la corrupción. Hoy, por donde se estudie al Perú, nuestra pobre nación transpira un terrible hedor a podredumbre. El destape del affaire Lava Jato –probablemente el escándalo de corrupción general más siniestro, vasto, profundo y peligroso de Latinoamérica– si bien ha estado operando en la gran mayoría de países de la región, es evidente que en ningún caso sus raíces han calado tan profundamente –en todas las escalas de la sociedad– como ha ocurrido acá. Tres presidentes –Toledo, Humala y Kuczynski, hasta ahora– involucrados en hechos de complicidad con esta ponzoña devastadora. Además jefes de gabinete, ministros, congresistas, directores, hasta amanuenses de sendas administraciones públicas han sido imputados por estar inmiscuidos en el caso Lava Jato. Incluso ahora la sospecha alcanza hasta jueces y fiscales. Por cierto, implica al más alto nivel de empresarios. Y, por qué no decirlo, tanto a los ilusamente llamados “grandes medios de comunicación” como a sus figuras fariseas, ajenas al auténtico periodismo, calificadas bajo el título de opinólogos desde que se instalara en Palacio un felón y delincuente apellidado Toledo. Consecuentemente en esta nación la política, el empresariado y la “gran prensa” están absolutamente infectados con la bacteria de la corrupción.

Conforme avanzan las investigaciones –gracias a destapes del periodismo limpio que aún sigue vigente, aunque evidentemente amenazado por la claque corrupta– ocurre que la cúpula dirigente del país, fundamentalmente Palacio de Gobierno por el vínculo PPK-Vizcarra; los carteles de la construcción; los empresarios embrollados con escandalosas evidencias de corrupción; la complicidad de muchos abogados; la ralea política; la vil entraña de periodistas amamantados por Lava Jato; el Poder Judicial: el Ministerio Público, etc., hacen causa común contra Juan Pueblo cerrando filas para que este mega escándalo de corrupción acabe en lo mismo de siempre. Es decir, en investigaciones infructuosas; juicios amañados; leyes preparadas a la medida; una prensa perversa que desinforma mañana, tarde y noche para “convertir” la mentira en verdad oficial, etc. En síntesis, existe una manifiesta intención de acabar en el eterno “Aquí no pasa nada”.

Apostilla. La última oportunidad que tendría este país para no volverse colonia de la megacorrupción –y seguidamente convertirse en narcoestado– sería que el Congreso rechazase hoy mismo el preacuerdo Estado-Odebrecht, antes de que lo santifique un magistrado. Lamentablemente este Legislativo ha sido neutralizado, precisamente, por el cartel de la corrupción.